Inicio 9 Enciclopedia 9 «Steampunk»
Izq.: Computadora steampunk (Steampunker.de) / Centro: “A Trip to the Theatre” (2011), por Pete Amachree / Der.: Poe steampunk (collage)

El término “steampunk” vio la luz en una carta de K. W. Jeter a la revista Locus publicada en el número de abril de 1987. El texto trataba sobre las “fantasías victorianas” escritas por él mismo (Morlock Night, 1979; Infernal Devices, 1987) y por sus amigos y colegas James Blaylock (Homunculus, 1986) y Tim Powers (The Anubis Gates, 1983). Aunque la palabra se propuso como nombre colectivo para los tres autores, más que como denominación de un género, estética o corriente, fue este último el uso que pronto prevaleció de manera casi excluyente. El neologismo jugaba con el que había pasado a identificar la corriente de ciencia ficción más idiosincrásica de los años ochenta. Acuñado por Bruce Bethke, el término “cyberpunk” conjugaba una resonancia contracultural con la idea de la cibernética como dominante tecnológica y cultural. El neologismo “steampunk” se formó al reemplazarse el prefijo cyber- por steam- (“vapor”, en inglés), evocando así –en una clave casi siempre lúdica, y a veces revisionista– los paisajes de una estereotipada “época victoriana” marcada por una Revolución Industrial reimaginada a fuerza de hipérboles y anacronismos. La terminación -punk quedó, básicamente, como un sonoro resto de la palabra de origen. No por eso ha dejado de encender expectativas contraculturales, por lo general insatisfechas, en relación con el retrofuturismo neovictoriano.

Poco después de publicarse la carta de Jeter, el periodista Michael Berry se hizo eco del neologismo en su reseña de una novela del mismo autor. En invierno de 1988, el fanzine Nova Express publicó sendas entrevistas a Blaylock y Jeter, presentándolos aún bajo el apodo “steampunks”. Durante años, la circulación de la palabra siguió siendo muy restringida. Pero ya la Encyclopedia of Science Fiction (1993) de Peter Nicholls ofreció una definición muy cercana a sus empleos actuales. La entrada describía el steampunk como un subgénero contemporáneo de la ciencia ficción que conjugaba elementos tecnológicos, góticos y dickensianos. Desde entonces, la dificultad o la imposibilidad de definir el steampunk se ha vuelto casi un tópico en sí mismo. Y sin embargo, sus usos y definiciones delatan un consenso mucho más sólido de lo que suele sugerirse. La definición de Bowser y Croxall sigue siendo una de las que mejor sintetizan ese denominador común. En la ficción steampunk, dicen los autores, “nuestras proyecciones y fantasías sobre la época victoriana se cruzan con los topoi y las técnicas de la ciencia ficción para producir un género que se recrea en el anacronismo mientas expone las capas superpuestas de la historia”.

El primer empleo de la palabra en el título de una obra data de la publicación de The Steampunk Trilogy (1995), de Paul di Filippo. Pero no fue hasta mediados de la década del 2000 que se produjo la eclosión subcultural y mediática del retrofuturismo neovictoriano. Su principal medio de difusión fue Internet, coincidiendo con la multiplicación de las conexiones domésticas de banda ancha. GoogleTrends muestra un abrupto incremento de las búsquedas del término en 2007 y un crecimiento sostenido durante cinco años. La entrada en Wikipedia, cuya primera versión data de 2001, sufrió una enorme cantidad de revisiones durante esa década. En 2006 vieron la luz el primer blog dedicado por completo al steampunk (Brass Goggles) y la pionera SteamPunk Magazine. También tuvo lugar la edición inicial de la “SalonCon”, primera convención dedicada al fandom steampunk y neovictoriano. Dos años después se celebró la “California Steampunk Convention”. En 2009 se sumó otro importante fanzine steampunk (Gatehouse Gazette), mientras que la “SteamCom” en Seattle tomó el relevo de la “SalonCon”. Eventos como la muestra “Steampunk Art and Design” en el Museo de la Historia de la Ciencia de la Universidad de Oxford entre octubre de ese año y febrero de 2010 contribuyeron a la consolidación y la identidad del fenómeno.

Ese mismo año, un número especial del Journal of Neo-Victorian Studies marcó una instancia fundacional en los estudios académicos sobre el tema. Ya entonces el término “steampunk” había dejado de designar un oscuro fenómeno literario para englobar un amplio abanico de manifestaciones culturales. Así, más que en la literatura, fue en las prácticas del DIY [Do It Yourself], en las comunidades virtuales, en el cosplay, en el diseño y la ilustración –a lo que se suman incursiones en el cine y las series, en la música, el cómic y los videojuegos– donde el steampunk halló sus expresiones más ampliamente reconocidas. El propio “Manifiesto steampunk”, de Jake von Slatt, lo concibe desde el marco de la cultura maker. Pero también es cierto que, con que la masificación del steampunk, explotó la producción de ficción escrita y comercializada bajo ese rótulo. A fuerza de discusiones online y reading lists, de iniciativas y de oportunismos editoriales, de libros de divulgación y algunos trabajos académicos, un canon de literatura steampunk adquirió forma y consenso.

Incluso las periodizaciones del steampunk como subcultura señalan una serie de precursores literarios. La trilogía A Nomad of the Time Streams (1971-1974-1981), del inglés Michael Moorcock, ha ganado un amplio reconocimiento como obra fundacional, sin contar referentes “decimonónicos” como Edgar Allan Poe, Mary Shelley, Jules Verne, H. G. Wells, Bram Stoker, Charles Dickens, Arthur Conan Doyle o H. Rider Haggard. La mayoría de los títulos habitualmente incluidos en la “primera ola” de literatura steampunk delatan un epicentro estadounidense. Es el caso de The Difference Engine (1990), de William Gibson y Bruce Sterling, The Diamond Age (1995), de Neal Stephenson, o las citadas novelas de Jeter, Blaylock y Powers (el “Triunvirato Californiano”). La monumental Against the Day (2006), de Thomas Pynchon, o The Dream of Perpetual Motion (2010), de Dexter Palmer, también se han leído en esta clave. Todas estas obras desarrollan relaciones de intertextualidad directa –generalmente por la vía del pastiche y la reescritura– con viejos géneros de entresiglos como la literatura de invasión, la novela de aventuras imperial, el romance científico, la sensation novel o el gótico tardovictoriano. A las anteriores se suman otras novelas (como la trilogía de Bas-Lag, de China Miéville) así como varias antologías de ficción breve, sin olvidar el emparentado género del gaslamp fantasy.

En los últimos diez o quince años, la ficción escrita etiquetada como “steampunk” alcanzó números sin precedentes. Una búsqueda en la base online ISFDB arroja cientos de títulos. Abundan los orientados a un público young adult, como las series Clockwork Century, de Cherie Priest, The Parasol Protectorate, de Gail Carriger, o The Infernal Devices, de Cassandra Clare. Hay quienes han deplorado el advenimiento de una “segunda ola” de ficción steampunk, frívola, adolescente y despolitizada. Aunque el diagnóstico tenga mucho de cierto, el escapismo es dominante incluso en el steampunk de primera ola. Al mismo tiempo, la ficción steampunk ha enriquecido sus horizontes políticos y geográficos. De ello dan testimonio iniciativas como Silver Goggles (blog de “steampunk poscolonial”), el sitio Beyond Victoriana (con su propuesta multicultural) o sus apropiaciones en clave LGBTQ+. Su producción y su fandom también han encontrado focos significativos más allá del mundo angloparlante, incluido nuestro país. La Sociedad SteamPunk Argentina, la novela en episodios Halcón de hierro, de Máximo Morales, o la Antología steampunk: cuentos del retrofuturo (ed. Laura Ponce), se suman así a la consolidación del steampunk como un fenómeno transmedial de alcance global.)

Alejandro Goldzycher (UBA)


Bibliografía:

Bowser, Rachel A. y Croxall, Brian. “Introduction: Industrial Evolution”. Journal of Neo-Victorian Studies, (3:1), 2010, 1-45.

Bowser, Rachel A. y Croxall, Brian (eds.). Like Clockwork: Steampunk Pasts, Presents, and Futures. Minneapolis – Londres: University of Minnesota Press, 2016.

Brummet, Barry (ed.). Clockwork Rhetoric. The Language and Style of Steampunk. Jackson: University Press of Mississippi, 2014.

Carrott, James H. y Johnson, Brian David. Vintage Tomorrows. A Historian And A Futurist Journey Through Steampunk Into The Future of Technology. Sebastopol, CA: O’Reilly Media, 2013.

Roland, Paul. Steampunk: Back to the Future with the New Victorians. Harpenden: Oldcastle Books, 2014.

VanderMeer, Jeff. The Steampunk Bible. New York: Abrams Image, 2011. Whitson, Roger. Steampunk and Nineteenth-Century Digital Humanities. New York – Abingdon: Taylor & Francis, 2017.