Inicio 9 Bibliografía 9 «Leviathan», de Paul Auster: ¿rebelde con causa o suicida social?

El presente artículo propone reflexionar sobre el actuar del personaje principal de Leviathan, una de las obras más enigmáticas de la etapa temprana del autor norteamericano Paul Auster.  Paul Benjamin Auster nació en Newark, estado de Nueva Jersey, Estados Unidos, el 3 de febrero del año 1947. Auster se graduó en la Universidad de Columbia en 1970, donde estudió literatura francesa, italiana e inglesa. Tras un breve período en el que trabajó como marino en un petrolero, viajó a Francia (1970-1974), donde vivió de la traducción de autores franceses como Stéphane Mallarmé, Jean-Paul Sartre y Georges Simenon. Ya de vuelta en su país, y radicado en Nueva York, publicó artículos de crítica literaria y recopilaciones de sus poemas. En 1976 apareció Squeeze Play, publicada bajo el seudónimo de Paul Benjamin, y con muy escasa repercusión. La muerte de su padre, en 1979, cambió radicalmente su situación personal, ya que la herencia que recibió le aportó los medios para consagrarse por entero a la novela. Luego de su primer éxito con la novela autobiográfica La Invención de la soledad en 1982, el autor comienza a disfrutar de un creciente reconocimiento en el mundo literario.

Leviathan, publicada en 1992, es la historia de Benjamin Sachs, un escritor pacifista que prefirió ir a la cárcel a participar de la guerra de Vietnam. La historia es narrada por el amigo más cercano de Sachs, Peter Aaron, con quien no ha tenido contacto por alrededor de un año. Aaron comienza a reconstruir la fragmentada vida de Sachs al recibir una visita de dos oficiales del FBI, quienes le informan que han encontrado un hombre muerto seis días antes con un papel que tenía las iniciales y número telefónico de Aaron.

Luego de sufrir una caída de un balcón en una fiesta, Sachs comienza un proceso de alienación de sus seres queridos y su vida cambia para siempre. Más adelante, se ve enredado en una serie de eventos y coincidencias inusuales en las que termina asesinando a un hombre, aunque nunca es arrestado por ese hecho. Al descubrir que el hombre era un terrorista, le surge un repentino deseo de continuar con la ‘misión’ del asesinado, y es así que se propone hacer explotar las réplicas de la Estatua de la Libertad en las diferentes ciudades de los Estados Unidos. Es justamente en un intento fallido que la bomba explota accidentalmente y mata a Sachs.

La novela ostenta un tinte claramente político en alusión al Leviathan de Hobbes1, en referencia a ese estado poderoso que sofoca a la gente. El epígrafe de la novela es de Emerson, “Every actual state is corrupt” (citado en Auster, 1993) y luego veremos que Sachs es un acérrimo admirador de Thoreau. Inserta en el contexto de la postmodernidad, la obra es una reflexión sobre las fuerzas del capitalismo que han consumido los valores heredados de libertad, fraternidad e igualdad de los Estados Unidos, para ser reemplazados por una falta de espiritualidad, corrupción y materialismo.

La historia nos confronta desde el principio con la brutalidad de la muerte de Sachs: “a man blew himself up […] his body burst into dozens of small pieces” (Auster, 1993: 1), y nos adentra de lleno a una de las temáticas principales de la novela: la naturaleza autodestructiva de Sachs. Si bien se insinúa que la bomba pudo haber explotado accidentalmente mientras la estaba armando, Aaron confiesa que apenas escuchó la noticia de la explosión, “inevitably, I began to think about Benjamin Sachs” (2).

 El personaje de Sachs está teñido de presagio y simbolismo literalmente desde su nacimiento, que tuvo lugar el mismo día en que fue lanzada la bomba de Hiroshima, lo cual lleva a Sachs a autopercibirse como “the original bomb child, the first white man to draw breath in the nuclear age” (Auster, 1993:23). Su identidad está marcada por lo destructivo desde su primer momento de vida y Sachs se lo apropia y regocija en ello. Aaron cuenta que Sachs “loved these ironies, the vast follies and contradictions of history” (24) y califica como una “compulsion” la manía que tiene de hablar sobre la fecha de su nacimiento: “it was a form of gallows humour […] an attempt to define who he was, a way of implicating himself in the horrors of his own time” (24).

Producto de la herencia generacional postmoderna, ese “state of mind marked […] by its all-deriding, all-eroding, all-dissolving destructiveness” (Bauman, 2007: vii-viii), ha quedado impresa en su marca identitaria la idea de la autodestrucción, que influirá notablemente en las decisiones que tomará a lo largo de su vida. Con relación a la era nuclear dice: “Once we acquired the power to destroy ourselves, the very notion of human life had been altered; even the air we breathed was contaminated with the stench of death” (Auster, 1993:24). Sachs se involucra de manera personal en la lucha contra las injusticias de nuestros tiempos; un claro ejemplo es su rechazo a la participación en la guerra de Vietnam, hecho ya mencionado en el presente trabajo, y por otro lado su contraideología se ve reflejada en la única novela que Sachs publicó, The New Colossus. La novela toma preponderancia en cuanto puede ser leída como forma de sinécdoque del mismo Sachs. Aaron relata un fragmento de esta en referencia a la brújula de Thoreau, que Aaron elogia como una parte crucial de la novela: “the message couldn’t be clearer. America has lost its way. Thoreau was the one man who could read the compass for us, and now that he is gone, we have no hope of finding ourselves again” (38-39). Nuevamente se oyen los ecos del fin de los metarrelatos y la angustia del hombre que ha sido dejado a la merced de esta salvaje sociedad sin respaldos, sin modelos válidos a seguir en este nuevo mundo cambiante e inestable. Se acentúa la sensación de soledad y alienación en una competencia uno a uno contra todos en un mundo cada vez más incierto, fragmentado y atomizado que dificulta la construcción de esperanza y la sensación de estar en control. A su vez, se genera una paradoja ética en la condición postmoderna al restituir a los agentes la totalidad de la responsabilidad moral de sus elecciones, pero privándolos de la comodidad de la guía de los parámetros de universalidad de la modernidad y a la vez, la responsabilidad moral trae como consecuencia la soledad de la elección moral; la autoridad ética es nuestra propia subjetividad.

La caída de Sachs tiene lugar el mismo día de la conmemoración de la erección del mayor símbolo de los Estados Unidos. El accidente en sí mismo tuvo lugar en la sugestiva fecha del 4 de julio de 1986, el centésimo aniversario de la Estatua de la Libertad. Sugestiva, porque en vista de que a Sachs le encantaban las “ironies, the vast follies and contradictions of history” (24), su caída acontece el día del aniversario del alzamiento de un símbolo que desprecia. Como asegura Aaron: “the kind of thing Sachs always liked, a small detail to be noted for the record” (26), como la edad que tiene Sachs al momento de su fallecimiento, que coincide con la edad en la que Thoreau, el gran modelo de Sachs, falleció. En cuanto a las particularidades del accidente, lo que se sabe es que tuvo lugar en una fiesta y Sachs estaba conversando con la sensual Maria Turner, al borde de una escalera de incendio, y otra mujer se tropezó sobre Maria, haciendo que esta a su vez se ladeara sobre Sachs causando su caída. Sachs cayó cuatro pisos, pero su caída fue amortiguada por una soga de ropa que le salvó la vida. Aparte de algunos daños no graves, Sachs sobrevivió al accidente sin mayores daños,

but in the end the real damage had little to do with Sachs’ body […] his body mended, but he was never the same after that. In those few seconds before he hit the ground, it was as if Sachs lost everything. His entire life flew apart in midair, and from that moment until his death four years later, he never put it back together again (107).

Una posible lectura de su caída es la concreción de la caída metafórica en la que estaba implicado Sachs, previo al día concreto del accidente. Sachs, como símbolo de la resistencia y combate de la hipocresía y superficialidad de la sociedad americana de la década del 90, no puede coexistir con la Estatua de la Libertad, que otrora representara los mismos valores por los que él lucha a través de sus escritos, pero que en la actualidad no hace más que recordarle la degradación de esos valores.

Sus actos conducentes a la autodestrucción son impulsivos, tal como nota Maria Turner: “completely out of the blue, he jumped up, swung himself over the railing, and sat down on the edge of the iron banister, legs dangling below him in the darkness” (110). Un punto clave en su prueba de intencionalidad se evidencia cuando él confiesa: “my accident wasn´t caused by bad luck. I wasn’t just a victim, I was an accomplice, an active partner in everything that happened to me” (120) y deja en claro que su atracción física hacia Maria no tuvo nada que ver con lo que pasó esa noche: “The point […] wasn’t to get Maria Turner to put my arms around me, it was to risk my life. She was only a pretext, an instrument for getting me onto the railing, a hand to guide me to the edge of disaster” (120-121).

Él mismo se cuestiona una y otra vez las razones por las cuales se expuso a tal riesgo: “I had done it on purpose. That was my discovery […] I learned that I didn’t want to live. For reasons that are still impenetrable to me, I climbed onto the railing that night in order to kill myself” (121). La autodeterminación es ineludible, el azar no fue el causante de su caída; ahora la siguiente cuestión que surge en la historia es el por qué.

Las consecuencias de la caída provocaron en Sachs la creencia de que estaba llevando una existencia póstuma, en vez de provocarle felicidad por haber sobrevivido a la fatalidad.

Gradualmente, Sachs comienza a perder el rumbo y siente la necesidad de que su vida cambie radicalmente. Tiene la sensación de que está desperdiciando su vida detrás de una máquina de escribir: “I want to stand up from my desk and do something. The days of being a shadow are over. I’ve got to step into the real world now and do something” (122). Aquí comienza su fantasía escapista que lo llevará a convertirse en un radical activista político.

Durante su estadía en Vermont, un día sale a caminar por el bosque y pierde el rumbo. Anochece y tiene que dormir en el bosque. Al día siguiente encuentra un chico, Dwight, que le ofrece llevarlo en su camioneta hasta un lugar cercano desde donde pudiera volver a su casa en Vermont. En el camino se encuentran con otro hombre apoyado en el baúl de un Toyota blanco. Dwight se baja de su auto pensando que este hombre necesitaba algún tipo de ayuda mecánica. El hombre reacciona insultándolo y matándolo a sangre fría con tres disparos. En el ínterin, Sachs agarra un bate de baseball que había en la camioneta y mata al hombre con un golpe en la cabeza.

Sachs comienza a revisar el equipaje del atacante, cuyo nombre resulta ser Reed Dimaggio, y descubre tres valijas; una con ropa y artículos personales; la segunda con lo que luego comprende son los materiales para construir una bomba; y la tercera con una gran suma de dinero. Su reacción al ver el equipaje es “that it belonged to a madman, a homicidal maniac” (157). Irónicamente, es en eso en lo que él se convertirá a partir de ese momento, en su deseo de continuar la ‘misión’ de Dimaggio.

Luego de leer lo que Dimaggio había escrito, Sachs no puede dejar de pensar en el azar de su encuentro: “I couldn’t help myself after that. I started to think about Dimaggio all the time […] to question how we’d come together on that road in Vermont. I sensed a kind of cosmic attraction, the pull of some inexorable force” (Auster, 1993: 224).

A Sachs lo libera la idea de la (auto)destrucción, ya nada le importa, y se embarca en una odisea personal en un intento final de encontrar sentido a su vida convirtiéndose irónicamente en la primera víctima fatal de su propia odisea, en un rotundo fracaso de su plan de alcanzar a las masas a través de su mensaje. Según Martin, Sachs fracasa en su intento de llegar a las audiencias masivas a través de la literatura, y aunque sí lo logra como el fantasma de la libertad, como él mismo se autodenomina, “It is ironic then that his life comes to an abrupt end. Recognition again escapes Sachs, and his honorable intentions are rendered null and void” (Martin, 2008: 209-10). La catastrófica desaparición física de Sachs, es la esperable consecuencia de su tercer y última ‘muerte’. Sachs percibe su primera muerte existencial durante la caída en la fiesta, vuelve a sentirla luego de matar a Dimaggio, y ya en un estado de suspensión ontológica concretiza su muerte física al autodespedazarse, alcanzando su inicial objetivo de suicidarse. Luego de su suicidio social, de su automarginalización, pierde su rumbo existencial acabando consigo mismo.  


Referencias bibliográficas:

  • Auster, P. ([1992] 1993). Leviathan. London: Faber and Faber.
  • Barone, D. (ed.). (1995).  Beyond The Red Notebook. Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
  • Bauman, Z.  (2007). Liquid Times. Cambridge: Polity Press.
  • Bloom, H. (ed.). (2004). Paul Auster. Philadelphia: Chelsea House.
  • Brown, M. (2007). Paul Auster. Manchester: Manchester University Press.
  • Dimovitz, S. (2008). “Portraits in Absentia: Repetition, Compulsion and the Postmodern Uncanny in Paul Auster’s Leviathan”. Studies in the Novel, Vol. 40, No. 4, pp. 447-464.
  • Martin, B. (2008). Paul Auster’s Postmodernity. New York: Routledge.
  • Salmela, M. (2008). “The Bliss of Being Lost: Revisiting Paul Auster’s Nowhere”, Critique: Studies in Contemporary Fiction, Vol. 49, No. 2, pp. 131-148.
  • Saltzman, A. (1995). “Leviathan: Post Hoc Harmonies”. En Barone, D. (Ed.). Beyond The Red Notebook (pp. 162-170). Philadelphia: University of Pennsylvania Press.
  • Varvogli, A. (2004). “Exploding Fictions”. En Bloom, H. (ed.). Paul Auster (pp. 191-206). Philadelphia: Chelsea House.

  1. Ver Hobbes, T. (1651), Leviathan or The Matter, Forme and Power of a Common-Wealth Ecclesiasticall and Civil. En Leviatán, Hobbes hace referencia al homónimo monstruo bíblico de poder descomunal para hablar sobre la naturaleza del hombre y la necesidad de un Estado que rija la dinámica social.