Inicio 9 Enciclopedia 9 «Excepcionalismo»
«American Progress» (1872), de John Gast

El excepcionalismo es el principal articulador de la identidad estadounidense. A semejanza de todas las naciones modernas, constituye un conjunto de valores que forjan el nacionalismo, y por lo tanto se apoya en elementos singulares de su historia y tradición cultural. Sin embargo, a diferencia del resto del mundo occidental, el excepcionalismo estadounidense presenta características premodernas, especialmente por su fuerte religiosidad. Por otra parte, exalta elementos modernos derivados del sistema político republicano, principalmente valores como la libertad y la democracia, en clave imperial, es decir, como un tipo de soberanía proyectado a escala planetaria.

La libertad individual, que como en todas las naciones occidentales se apoya formalmente en las instituciones republicanas, es percibida por los estadounidenses en estrecha relación con el sistema capitalista. Por ello, la libertad de mercado (de invertir, producir, comerciar, pero también de consumir) es a la vez prerrogativa de una expansión de los valores de la república, que ve en la realización de las posibilidades de negocios con otros países el desarrollo de la libertad de personas e instituciones. La libertad y democracia expresan otras premisas subsidiarias, también constitutivas del excepcionalismo: igualitarismo (igualdad de oportunidades), individualismo, populismo (gobierno del pueblo) y liberalismo o laissez-faire.

El excepcionalismo como noción articuladora de un sentimiento nacional, que interpela tanto a la república como a sus ciudadanos, ha sido forjado históricamente, desde una perspectiva de los sectores dominantes identificados con los blancos, anglosajones y protestantes. Una primera intervención sobre el carácter excepcional de los Estados Unidos fue lanzada por un intelectual francés, Alexis de Tocqueville a principios del siglo XIX. El viajero observó que la falta de un pasado feudal y el fácil acceso a la propiedad, en un contexto de ampliación de la frontera hacia el Oeste, consolidó una base social de clase media muy amplia y facilitó el desarrollo de instituciones democráticas sin parangón.

Esta caracterización sesgada de la base social, que deliberadamente omite la cuestión de la esclavitud y la dinámica de exterminio y reclusión indígena, ha sido retomada una y otra vez por la historiografía tradicional y tiene hasta hoy un peso considerable en la percepción de la historia estadounidense. Esta última también sostiene la plena realización del individuo, la imposibilidad histórica del socialismo, la exaltación de la democracia como medio para disuadir o absorber el conflicto social y la política exterior entendida como misión cristiana.

Precisamente, otro elemento fundamental del excepcionalismo estadounidense es su marcada religiosidad, lo cual es resultado de una construcción histórica. En las décadas de 1830 y 1840, un “segundo despertar” ligado a la proliferación de congregaciones cristianas (principalmente metodistas y bautistas) incidió notablemente en la homogeneización cultural de los sectores populares, donde las diferencias de origen étnico y racial eran dominantes. La religiosidad también caló en las instituciones a partir de la creencia de que los gobernantes son elegidos por la Providencia para hacer cumplir un Destino Manifiesto de lo que se considera la nación elegida. 

En cuanto categoría de análisis, el excepcionalismo estadounidense surgió en el seno de la ciencia política a mediados de la década de 1930, aunque tomó una centralidad en la década de 1950, en el contexto de la Guerra Fría, a instancias del antagonismo geopolítico entre Estados Unidos y la Unión Soviética. En los conservadores años ochenta, el excepcionalismo se convirtió en un clishé para políticos, intelectuales, periodistas y formadores de opinión, derivando desde entonces en un patriotismo chauvinista, funcional al modelo neoliberal que se consolidó en los años noventa. Desde entonces y hasta el presente, el excepcionalismo, por su particular evocación de la libertad, ha quedado asociado con los conservadores políticos de todos los espectros. La libertad, en su definición más actual, se apoya en una serie de negaciones: negación del estado, de la responsabilidad social, de las restricciones a la autodefinición individual y a la libertad de elección del consumidor.

Malena López Palmero (UNSAM/UBA)


Bibliografía

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