Inicio 9 Bibliografía 9 Carta a un editor del norte

Mi familia ha vivido por generaciones en la misma región del norte de Misisipi. Mi bisabuelo tenía esclavos y acudió a Virginia al mando del regimiento de infantería de Misisipi en 1861 1. Declaro esto simplemente como credenciales de la sinceridad y de la fidelidad con los hechos de lo que intentaré decir.

Desde el principio del estadio actual del conflicto racial en el Sur, dejé constancia de mi oposición a las fuerzas provenientes de mi tierra natal que intentaban continuar con las mismas condiciones en las que creció el mal y el problema que hoy nos aqueja. Ahora dejo constancia de mi oposición a las fuerzas ajenas al Sur que usarán sus recursos legales o policiales para erradicar ese mal de un día para el otro. Estaba en contra de la segregación obligatoria. Tanto como ahora estoy en contra de la integración obligatoria 2. Primero, a causa de mis principios. En segundo lugar, porque no creo que vaya a funcionar.

Hay más sureños que piensan de igual manera y que se han posicionado a la par mío, al precio de agravios e insultos y amenazas por parte de otros sureños, precio que preveíamos y que estábamos dispuestos a aceptar porque creíamos que estábamos ayudando a nuestra amada tierra natal a aceptar las nuevas condiciones que tiene que aceptar así lo quiera o no. Así es como al seguir siendo parte del pueblo sureño, pero no compartir la visión de la mayoría de sureños; al estar presentes y a la vez distanciados, al no estar comprometidos ni involucrados con el Consejo de Ciudadanos 3 ni con la NAACP 4; al encontrarnos en el medio, estamos en la posición justa para declarar ante cualquier incipiente determinación: “Esperen, ahora esperen, paren y primero considérenlo”.

Pero, ¿adónde iremos si ese punto intermedio se hace insostenible?, ¿si tenemos que marcharnos para no ser aplastados? Además de los aspectos legales, además incluso de la innegable inmoralidad de la discriminación racial, hay otra cualidad humana que nos colocó del lado del Negro: el simple instinto humano de defender al más débil [5 .El término acuñado en el original, “underdog”, fue popularizado durante el siglo XIX para nombrar al perdedor en una pelea de perros, en oposición al “top dog”. Durante el siglo XX, comienza a designar al contrincante a perdedor, o al menos favorito para el público, en una pelea o competición generalmente deportiva. Es usada además, hoy en día, fuera del ámbito del deporte, para referirse a sectores sociales de bajos recursos, vulnerables u oprimidos.]. Pero si nosotros, el puñado de sureños (comparativamente) que he intentado identificar, estamos obligados, bajo la simple amenaza de ser aplastados si no nos corremos del camino, a disolver esa posición media desde la cual podríamos haber ayudado al Negro a mejorar su condición —obligados a movernos por la única razón de que no existe ya ningún punto medio—, tendremos que elegir nuevamente. Y esta vez el oprimido no será ya el negro puesto que el Negro será una parte del opresor, y entonces el oprimido será esa minoría blanca asediada que es nuestra misma sangre y familia. Estas fuerzas no-sureñas, dirán ahora, “Vete entonces. No te queremos porque no te necesitaremos más.” Mi respuesta es “¿Están seguros de eso?”.

Entonces, lo que yo les diría a la NAACP y a todas las organizaciones que exigen la integración inmediata e incondicional: “Ahora vayan despacio 5 Paren por un tiempo, por un momento. Tienen el poder, pueden permitirse retenerlo un momento en lugar de utilizarlo como fuerza. Hicieron un gran trabajo, han sacudido al oponente dejándolo desequilibrado y ahora está vulnerable. Pero esperen allí un momento, no le den la ventaja de enturbiar el asunto con la  automática apelación sentimental al mismo instinto universal humano de simpatía por el más débil simplemente porque él está debajo”.

Y diría esto también. El resto de los Estados Unidos no sabe casi nada acerca del Sur. La presente idea e imagen que tienen de un pueblo decadente e incluso obsoleto a causa de la endogamia y el analfabetismo —la endogamia como resultado del analfabetismo y el aislamiento porque entonces no hay nada más que hacer a la noche—, como una suerte de especie de jóvenes delincuentes con un folklore de sangre y violencia, quienes aun así, como jóvenes delincuentes, pueden ser controlados con firmeza una vez que les han hecho creer que la policía va en serio, es tan infundada y ilusoria como la de la generación anterior (ah sí, nosotros también la hemos creído) de pórticos con columnas y magnolias. El resto de los Estados Unidos asume que la situación en el Sur es tan simple y poco compleja que se puede cambiar de un día para el otro con la simple voluntad de la mayoría nacional respaldada por un edicto legal. De hecho, el Norte ni siquiera reconoce lo que ha visto en sus propios diarios. Tengo en mi mano un editorial del New York Times del 10 de Febrero sobre la protesta frente a la Universidad de Alabama por la admisión como estudiante de Miss Lucy, una Negra. La editorial decía: “Esta es la primera vez que la fuerza y la violencia forman parte de la cuestión”. Esto no es correcto. Para los sureños, no importa qué lado de la cuestión de la igualdad racial se apoye, la primera insinuación, y —para el sureño— incluso promesa, de fuerza y violencia fue la decisión de la Corte Suprema en sí misma. Después de eso, como una consecuencia tan inevitable como el día y la noche bajo cualquier punto de vista, ocurrió el caso de los tres adolescentes blancos, miembros de un grupo de viaje de estudios de la escuela secundaria de Misisipi (y, como adolescentes, probablemente vistiendo blazers de colores brillantes o camperas con en nombre de la escuela estampado en toda la parte trasera) que fueron apuñalados caminando en la calle Washington por Negros que, aparentemente, nunca habían visto en su vida; y lo del chico Till 6 y los dos jurados de Misisipi que liberaron a los acusados de ambos casos; y lo del encargado de la estación de servicio de Misisipi asesinado por un hombre blanco porque, según lo que el hombre blanco dijo, el Negro le había llenado el tanque completo de nafta cuando lo que el hombre quería era lo que alcanzara con dos dólares. Este problema es mucho más que un simple problema legal. Está incluso más allá del problema moral, lo está y también lo estaba cien años atrás en 1860, cuando muchos sureños, incluido Robert Lee, lo reconocieron como un problema moral en el mismo instante en que desde su lugar decidieron premiar al débil porque ese débil era sangre y familia y hogar 7. El norteño ni siquiera es consciente todavía de lo que esa guerra demostró realmente. Asume que solo le demostró al sureño que estaba equivocado. No fue así, porque el sureño ya sabía que estaba equivocado y aceptó ese gambito ajedrecístico aun cuando sabía que sería fatal. Lo que la guerra debería haber hecho, pero falló, es probarle al Norte que el Sur estaba dispuesto a llegar hasta las últimas instancias, incluso cuando eso fuera fatal y estuviera destinado al fracaso, antes de aceptar la alteración de la condición racial como una mera imposición de la ley o amenaza económica.

Desde que me declaré públicamente opositor a la desigualdad racial obligatoria, recibí muchas cartas. Algunas eran aprobatorias. Pero la mayoría mostraba desaprobación. Alguna de estas eran de Negros sureños, la única diferencia era que eran educadas y corteses en lugar de ser amenazas e insultos, diciendo en efecto: “Por favor, Señor Faulkner, deje de hablar y quédese callado. Usted es un buen hombre y cree que nos está ayudando. Pero no nos está ayudando. Nos está causando daño. Usted es un juguete en las manos de la NAACP, ya que lo están usando para causarle problemas que no queremos a nuestra raza. Por favor calle, resuélvales los problemas a su gente blanca y déjenos a nosotros resolver los nuestros”. Esta era una carta particularmente larga, de una mujer que estaba escribiendo para y en el nombre de un pastor y toda la congregación de su iglesia. Continuaba diciendo que el muchacho Till consiguió exactamente lo que estaba buscando, trayendo sus ideas de Chicago, y que todo lo que su madre quería era hacer plata con el duelo. Lo cual suena exactamente igual a los blancos en el Sur que justificaron e incluso defendieron el crimen negándose a admitir que lo fue.

Nosotros hemos tenido muchos violentos e inexcusables crímenes personales de raza contra raza en el Sur, pero desde 1919 los mayores ejemplos de tensión racial comunitaria han prevalecido en el norte, como la familia de Negros que no fue admitida en un distrito residencial de Chicago, y los coreano-americanos que sufrieron lo mismo en Anaheim, California. Tal vez sea porque la solidaridad no es racial, sino que la mayoría de los blancos segregacionistas sumados a una minoría Negra, como mi corresponsal mencionada arriba, prefieren la paz frente a la igualdad. Pero supongamos que la línea de demarcación fuera una racial: ¿la minoría blanca como yo obligada a unirse a la mayoría blanca segregacionista no importa qué tanto nos opongamos a los principios de desigualdad; la minoría negra que desea la paz obligada a unirse a la mayoría Negra abocada a la fuerza, no importa qué tanto esa minoría desea solo paz?  

Así que el norteño, el liberal, no conoce el Sur. No puede conocerlo desde la distancia. Él asume que está tratando con simple teoría legal y simples ideas morales. Pero no lo está. Está tratando con una realidad: una condición emocional de tal feroz unanimidad como para despreciar el hecho de que se trata de una minoría, y que en este punto seguirá hasta las últimas instancias y contra cualquier adversidad para justificar y, si es necesario, defender esa condición y sus derechos a ella. 

Entonces les diría a todas las organizaciones y grupos capaces de forzar la integración en el Sur mediante procesos legales: “Paren por un momento. Le han mostrado al sureño lo que pueden hacer y lo que harán si es necesario; denle espacio para que recupere el aliento y asimile ese conocimiento; para mirar alrededor y ver (1) que nadie va a forzarlo a la integración desde el exterior; (2) que él mismo está enfrentándose con la obsolescencia de su propia tierra que solamente él puede curar; no solo una condición moral que debe ser curada sino una condición física que tiene que ser curada si él, el sureño blanco, ha de tener algo de paz, sino habrá de afrontar otro proceso legal u otra maniobra cada año, año tras año, por el resto de su vida.


* “Letter to a Northern Editor”, publicada en revista Life el 5 de marzo de 1956. Traducción y notas de Luciana Colombo para la Cátedra de Literatura Norteamericana (UBA), 2021.

Bibliografía

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Jones, Lewis W. “Two Years of Desegregation in Alabama”. En The Journal of Negro Education 25, no. 3 (1956): 205-11.

Metress, Christopher. “Langston Hughes’s ‘Mississippi-1955’”: A Note on Revisions and an Appeal for Reconsideration”. En African American Review 37, no. 1 (2003): 139-48.

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Blotner, Joseph.  Faulkner, A Biography. Jackson: The University Press of Mississippi, 2005 [1974].

Rollynson, Carl. The Life of William Faulkner: The Past Is Never Dead, 1897-1934. Charlottesville; London, University of Virginia Press, 2020.

Glissant, Édouard. Faulkner. Mississippi. París: Stock, 1996.

Wiedorn, Michael. “Go Slow Now: Saying the Unsayable in Édouard Glissant’s Reading of Faulkner”. En Munro Martin and Britton Celia (eds.), American Creoles: The Francophone Caribbean and the American South. Liverpool: Liverpool University Press, 2012, p. 183-96.


  1. William C. Falkner era abogado y hombre de negocios. Popularmente, ha sido asociado con la figura que da origen al Coronel Sartoris (Banderas en el polvo, 1929). Mucho menos mítico y sin la plantación poblada de esclavos, el bisabuelo de Faulkner combatió en la Guerra Civil hasta 1963. Si bien los registros de su paso por la guerra no lo consolidan como una figura especialmente defensora de la causa racial, Falkner ha sabido mostrarse íntimamente preocupado por el pueblo sureño blanco y lo que para ellos significaba, en términos económicos, la pérdida de los esclavos. Durante su vida tuvo varios esclavos, principalmente como medio de pago de sus clientes. Entre ellos Emeline, con quien se supone tuvo una hija, Fannie Forrest Falkner, a quien le dio su apellido y un segundo nombre en honor a Nathan Bedford Forrest, general de la confederación. El bisabuelo de Faulkner fue uno de aquellos coroneles y capitanes que han encontrado a sus hogares y tierras incendiadas al regresar de la guerra, evidencia del paso de los Yankees y del fin de una era, paisaje iconográfico del fin de la esclavitud.  Sin embargo, gran parte del patrimonio de la familia se cosecha gracias a la Guerra de Secesión y durante el periodo de reconstrucción. Hombre profundamente involucrado en el mundo del Condado de Tippah, Misisipi, Falkner participó en política, estuvo envuelto en algunas causas en relación a su participación en duelos y fue popular por sus contribuciones con el desarrollo de Repley, ayudando económicamente a sus escuelas e, incluso, realizando préstamos sin intereses ni garantías a negros en situaciones de necesidad después de la guerra.
  2. Faulkner se refiere a los hechos ocurridos en torno a la expulsión de la estudiante afroamericana Autherine Juanita Lucy de la Universidad de Alabama poco después de su aceptación en 1956, como resultado de protestas por parte de la población y la acción de diversos organismos gubernamentales locales. En 1954, la Corte Suprema norteamericana prohíbe la segregación en las escuelas. Hasta 1956, en Alabama todavía se mantenía firmemente la segregación y se esperaba la legislación para la conformación de un sistema tripartito: escuelas para blancos, escuelas para negros y escuelas mixtas, donde cada familia podría decidir a cuál enviar a sus hijos. Gracias a la puja legal de los movimientos antisegregacionistas, Autherine Juanita Lucy fue aceptada en la Universidad de Alabama para el periodo lectivo del 56-57. Su matrícula duró sólo tres días, ya que en Alabama, uno de los estados donde las barreras raciales eran más fuertes, se desató una virulenta respuesta de la población que apoyaba la segregación. A partir de allí se abrió el debate público en la prensa local y nacional, desde el interior de las instituciones de Alabama hasta las instituciones nacionales. Con la posterior exclusión de Lucy se demostró, no solo lo difícil que sería implementar medidas antisegregacionistas en los estados más “duros”, sino también el poder con el que contaban las manifestaciones populares para cambiar el rumbo de las decisiones institucionales.
  3. El Citizen Council (Montgomery, Alabama) fue una organización que reunía diferentes movimientos supremacistas blancos surgidos en oposición a las decisiones de la Corte Suprema norteamericana en 1954.
  4. Siglas en inglés para la Asociación Nacional para el Progreso de las Personas de Color (National Association for the Advancement of Colored People). La NAACP es una asociación que tuvo especial participación en la acción legal antisegregacionista durante el periodo en cuestión. 
  5. La frase original de Faulkner “Go slow now” despertó las respuestas de la prensa. A raíz de la carta fue invitado a una entrevista con Russell Warren Howe para ser publicada en el London Sunday Times; allí las declaraciones de Faulkner fueron menos controversiales, pero definitivamente más racistas. Howe citó a Faulkner de la siguiente forma: “si tuviera que pelear, lo haría por Misisipi contra los Estados Unidos así eso significara salir a la calle y dispararle a Negros”. Por supuesto, Faulkner salió a defenderse, primero con una declaración pública y luego con una carta. En la primera declaró que la cita fue más que un malentendido y, que se trató de una “construcción maliciosa”, que la nota era tan tonta como peligrosa y repudió la idea de una resistencia armada por parte del Sur. En la carta además agregó que se trataba de declaraciones que “ningún hombre sobrio haría”, o más bien “ningún hombre en su sano juicio”. La respuesta de la crítica literaria a las declaraciones de Faulkner fueron también lapidarias, entre ellas, la de James Baldwin, escritor y activista afroamericano, que le dedicó un ensayo: Faulkner and desegregation (1956), donde declara que Faulkner “Admite la locura y el equívoco moral del Sur al mismo tiempo que lo eleva a un estado mítico” (567). Como las reflexiones de Baldwin anticipan, parte de la crítica faulkneriana se volcó hacia una lectura “mítica” de sus novelas, considerando la violencia y la sangre como parte de ese folklore del que el Sur no puede escapar y que el mismo Faulkner intenta desmentir en esta carta. Entre los trabajos críticos actuales afroamericanos que retomaron esta cuestión se destaca el de Édouard Glissant, novelista y crítico martiniqués, que en su libro, Faulkner: Mississippi (1996), rescata el estilo de Faulkner y lo emparenta con el creole: un habla que no se presta a rápidos y transparentes entendimientos, que muestra con crudeza los conflictos de incomprensión entre clases y razas. Para él las declaraciones de Faulkner lo muestran como parte del entramado social que su literatura expone sin mediaciones.
  6. Se refiere al asesinato de Emmett Till en 1955, uno de los episodios de violencia racial más conocidos en la historia de Misisipi. Emmett o, “Till” como lo menciona Faulkner, con el nombre que se ha popularizado su caso, fue un niño de 14 años mutilado y asesinado por presuntamente intentar conquistar a una mujer blanca. Los autores del hecho, J. W. Milam y Roy Bryant, hermano y marido de la mujer, fueron absueltos y la historia de Till (en conjunto con el posterior asesinato de Andrew Goodman, Michael Schwerner y James Chaney en 1963) se transformó en un punto de inflexión para la historia del movimiento de derechos civiles afroamericano. La imagen del rostro desfigurado del niño de Chicago, publicada por la revista Jet, sumada a la resolución del jurado, conmocionaron a la sociedad norteamericana. Más de 70 diarios transmitieron el día a día de los juicios y diferentes noticias y testimonios sobre la violencia e injusticia racial en Misisipi, las organizaciones liberales y la prensa blanca del norte llamaron a la población nacional a protestar y a organizar boicots. La NAACP, en alianza con la madre de Till, llevaron a cabo una de las mayores campañas de recaudación y afiliación de la historia de la organización como respuesta al juicio. La brutalidad racial de este hecho está representada en el poema “Misisipi – 1955” de Langston Hughes, y fue el objeto de numerosos libros y documentales entre los que se encuentran A Death in the Delta: The Story of Emmett Till (1970) libro de Stephen J. Whitfield y The Untold Story of Emmett Louis Till (2005) dirigida por Keith Beauchamp.
  7. Faulkner se refiere a la decisión de Robert Edward Lee, quien hasta entonces era teniente coronel del segundo regimiento de caballería, de desertar del Ejército de Estados Unidos para unirse a las tropas de la confederación en Virginia. “El más débil” (underdog en el original), entonces, se trata de un eufemismo para nombrar al estado de Virginia que, en 1860, corría peligro de ser invadido por el Norte. Lee, como militar experimentado, sabía que el Sur no contaba con las herramientas suficientes para mantener su independencia, y aun así ante al llamado de su tierra natal decidió abandonar su carrera marcial en el Ejército de Estados Unidos para organizar las tropas en Virginia.