Inicio 9 Bibliografía 9 Subversión semiótica en «El bebé de Désirée» *
Katherine O’Flaherty Chopin (1851-1904)

I

En un primer momento, “El bebé de Désirée”, publicado en 1893 por Kate Chopin, no parece ser más que un pequeño relato conmovedor con un giro final ingenioso.1 Sin embargo, eso no explica del todo por qué el cuento forma parte de tantas antologías, por qué acecha a los lectores con el sentimiento de que, cuanto más se lo observa, más facetas muestra. En “El bebé de Désirée”, Chopin, mejor conocida como la autora de El despertar, crea una pequeña gema cuya complejidad aún no ha sido completamente apreciada. Al explorar tal complejidad, mi objetivo más amplio es de tipo teórico: me propongo no solo mostrar que se puede combinar un enfoque semiótico y uno político, sino además que deben combinarse para hacerle justicia a este relato y a otros que, al igual que este, se sitúan en el nexo de preocupaciones tales como el sexo, la raza, y la clase.

Un análisis semiótico de esta obra revela que, a pesar de su brevedad, ofrece una valiosa explicación acerca de la disrupción del sentido, y que el personaje mayormente responsable de tal disrupción es Désirée Aubigny, quien, en una primera lectura, podría parecer poco atractiva.2 Sin embargo, es ella quien cataliza la subversión del sentido. Cuando  el enfoque semiótico se suplementa con el político, puede verse que, en particular, Désirée arroja dudas sobre los sentidos de la raza, el género y la clase.3 En este drama de malinterpretaciones, socava la excesiva confianza en la habilidad de leer signos tales como el color de piel como clara evidencia de cómo categorizar a las personas.

La disrupción culmina cuando Désirée, considerada blanca por todos los personajes, tiene un bebé que se ve en parte negro. Cuando su esposo Armand la rechaza, ella se lleva al niño, desaparece en el pantano y no regresa. Luego, Armand descubre que él mismo es negro por parte de su madre. Sin intención de hacerlo, Désirée lo ha devastado a través de estas dos sorpresas, una relacionada con la supuesta raza de ella, y la otra, con la de él mismo.  

A través de un enfoque semiótico y político combinado, mi análisis consta de cuatro momentos: rastreo la manera en la cual las sorpresas que Armand recibe irrumpen en la construcción de sentidos; me pregunto si realmente son tan subversivas como en un primer momento parecen; desplazo el foco más definitivamente hacia Désirée para mostrar cómo el relato la asocia con ciertas ausencias enigmáticas y subversivas; finalmente, analizo cómo el relato critica, a la vez que comprensivamente justifica, las limitaciones de la subversión de Désirée.

El relato ocurre antes la Guerra de Secesión, en una comunidad criolla gobernada por instituciones basadas en dualismos aparentemente claros: amo sobre esclavo, blanco sobre negro y hombre sobre mujer. Al descifrar la imperturbable superficie de este sistema simbólico de manera complaciente, los personajes se sienten confiados de saber quién pertenece a cada categoría y qué implica ser miembro de cada una de ellas. Además, como Emily Tooth ha observado, en el relato los tres dualismos funcionan como paralelos, como también lo hacen las críticas a su estructura jerárquica.4

Dentro de este sistema de raza, sexo y clase, el representante más complaciente es Armand Aubigny. Confiado de ser un blanco, un hombre y un amo, se siente en control del sistema. Para entender cómo su esposa desafía estos sentidos, debemos considerar más de cerca las sorpresas con las que Armand se encuentra.

El relato comienza con un flashback a la niñez y el cortejo de Désirée. Abandonada de niña, fue adoptada por una pareja sin hijos, Madame y Monsieur Valmondé. Como a las reinas y a los reyes de los cuentos de hadas, su misteriosa llegada los deleitó y la llamaron Désirée, “la buscada”, “la deseada”. Como una princesa de cuento de hadas, la “niña creció hermosa y gentil, cariñosa y sincera: la favorita de Valmondé”. Cuando creció, Armand, el apuesto dueño de una plantación cercana, se fijó en ella, se enamoró inmediatamente y se casaron. Ella “lo amaba desesperadamente. Cuando él fruncía el ceño, ella temblaba, pero lo amaba. Cuando sonreía, era para ella la mayor bendición de Dios”. No estaban destinados a ser felices para siempre.

Poco tiempo después del inicio del relato, Armand se enfrenta con la primera sorpresa. Tanto él como otras personas, y finalmente Désirée, ven algo inusual en la apariencia de su hijo pequeño. Ella le pregunta a su marido qué significa, y él responde: “Significa (…) que el niño no es blanco; significa que vos no sos blanca”. Désirée le escribe una carta a  Madame Valmondé, rogando que su madre adoptiva niegue la acusación de Armand. Esta última no puede hacerlo, pero le pide a Désirée que vaya a casa con el bebé. Cuando Armand le dice que quiere que se vaya, toma al niño y desaparece para siempre en el interior del pantano.

Así, la primera sorpresa de Armand llega cuando interpreta que la apariencia de su bebé significa que el niño y su madre no son blancos. Lo que parecía ser blanco ahora parece negro. Con el niño que le ha dado a Armand, Désirée ha aparentemente revelado una debilidad en la habilidad de su marido de descifrar los símbolos a su alrededor.   

Irónicamente, el poder de Désirée se origina en el hecho de que parece ser maleable. Llegó a un sistema establecido y ostensiblemente seguro como una niña aparentemente sin pasado. Como un comodín, la niña parecía estar vacía, en blanco, a los ojos de quienes la rodeaban, o parecía poseer rasgos no amenazadores, tales como la sumisión. Désirée parecía invitar la proyección: Madame Valmondé quería un hijo, Armand quería una esposa, y ambos se engañaron al punto de creer que podían proyectar sus deseos de manera segura en Désirée, la pantalla en blanco e indiferenciada. En realidad, sin embargo, su vacuidad5debería leerse como una advertencia acerca de la fragilidad de la representación.

Un aspecto de la vacuidad de Désirée es su falta de nombre pre-edípica. Como niña abandonada, ha perdido su apellido original y ha recibido uno que es de ella solo a través de la adopción. Incluso los niños abandonados frecuentemente tienen ya un nombre propio, pero en cierto sentido Désirée también carece de eso, ya que su nombre meramente refleja los “deseos” de los otros. Asimismo, la falta de nombre tiene un tinte particularmente femenino en el relato, ya que las mujeres, Désirée incluida, pierden su apellido al casarse. La falta de nombre no solo connota feminidad sino también negritud en la sociedad antes de la Guerra de Secesión, en la cual los amos blancos pueden privar a los esclavos negros de sus nombres. Aunque la falta de nombre de Désirée literalmente emerge solo de su condición de niña abandonada y de mujer casada, tal ausencia podría funcionar, en sentido figurado, como una advertencia a Armand de que ella podría ser negra.      

Pero él sólo ve lo que desea. Antes del casamiento, se “le recordó que ella no tenía apellido. ¿Pero qué importaba un apellido cuando él podía darle uno de los más antiguos y destacados de Louisina?” Armand cree que puede escribir su nombre en esta página virgen, el nombre que heredó de su padre o, en términos más generales, el Nombre patriarcal del Padre. Además, como padre, Armand quiere legar ese nombre a su hijo. Antes de que él se vuelva en contra de su esposa y su bebé, ella exclama: “Oh, Armand es el padre más orgulloso de todo el condado, me imagino, sobre todo porque el niño es un varón, que llevará su nombre, por más que él diga que no es así; que habría amado a una niña igualmente. Pero sé que eso no es cierto, que lo dice para complacerme” (énfasis mío).

La inminente ruina de la esposa de Armand, y, por ende, de los planes de él con respecto a su nombre, es anticipada por la relación entre la vacuidad de Désirée y otro nombre, el de la esclava La Blanche. El nombre de la mulata hace referencia a la blancura de su piel, pero “blanche” también puede significar “pura” o “vacía”, evocando la vacuidad de Désirée. La Blanche es el doble de Désirée en varios aspectos. Ninguna tiene un nombre “propio”, solo uno descriptivo. Durante la escena en la cual Armand rechaza a su esposa, explícitamente señala la similitud física entre las mujeres: “-Mirá mi mano, más blanca que la tuya, Armand – (Désirée) rió histéricamente. -Tan blanca como las de La Blanche – le retrucó cruelmente”.

El relato también conecta a las dos mujeres a través de sus hijos, ya que la ama nota por primera vez la raza de su hijo cuando lo compara con uno de los hijos mestizos de La Blanche. Y quizás Armand sea el padre del hijo de La Blanche.6 Las dos mujeres –e incluso sus hijos– podrían tener lazos paralelos con Armand debido al posible contacto sexual entre esclava y amo. Tantas duplicaciones sugieren que la mezcla racial del esclavo ha anticipado la de la ama. 

Ya que el nombre de La Blanche se refiere al sentido visual pero no al racial, su apariencia ilustra la contradicción de un sistema racial que se basa en el color pero no considera que la evidencia visual sea conclusiva. En este discurso, una persona que se ve blanca pero tiene una “gota” de “sangre” negra es considerada negra. Como Joel Williamson dice, la “regla de una gota” parecería definitiva pero de hecho lleva al problema de la “negritud invisible”.7

El mestizaje, que se encuentra en el centro de la contradicción, marca el punto en el cual las políticas sexuales claramente se intersectan con las políticas raciales. Teóricamente, cualquier progenitor en una unión interracial podría pertenecer a cualquier raza. Sin embargo, “Por mucho, la mayor parte de casos de mestizaje ocurrieron entre hombres blancos y mujeres negras”.8 Incluso cuando el hombre blanco técnicamente no violaba a la mujer negra, su relación tendía a ser el resultado de un desequilibrio de poder en términos de raza, sexo y a veces clase, o al menos contaba con tales características. Irónicamente, los descendientes de tal unión, si su color era ambiguo, representaban un desafío al mismo diferencial de poder que los dio a luz.

“El bebé de Désirée” llama la atención sobre las paradojas que resultan del mestizaje y de la “regla de una gota”. La Blanche y Désirée se ven blancas pero son consideradas negras, mientras Armando, de “rostro oscuro y atractivo”, y cuya mano se ve más negra que las de ellas, es considerado blanco. El ingreso de Désirée al sistema simbólico obliga a Armand a confrontar la contradicción que ignoraba en La Blanche, otra mujer que se veía blanca. Una suerte de justicia poética se asegura de que la misma “regla de una gota” que le permite mantener a la Blanche como esclava lo hace perder a Désirée como esposa. Después de la sorpresa inicial, Armand ve la vacuidad de Desirée como negritud y no como blancura.9

Resulta crucial notar que Désirée es disruptiva no porque produce fallas en el sistema de construcción de sentidos sino porque revela fallas que ya estaban ahí. Mucho antes de su matrimonio, por ejemplo, Armand era considerado blanco y La Blanche negra. En cierto sentido, Désirée actúa como un espejo que revela absurdos que ya existían desde siempre en las instituciones, aunque reprimidos. Su vacuidad posee poder reflexivo. 

En otro sentido, el potencial de Désirée de actuar como un espejo era uno de sus atractivos para Armand, ya que él quería que ella diera a luz a un niño que lo replicara (y de manera positiva). Armand culpa y destroza el espejo que ha producido un reflejo negro. Un tercero que observara el trato generalmente severo de Armand hacia los esclavos podría, sin embargo, ver la negritud del bebé como otra instancia de justicia poética, el retorno del oprimido.

De manera similar, si la negritud del bebé viene de su madre, dominada por Armand, entonces la apariencia del niño representa el retorno de otro grupo oprimido, las mujeres. Para reproducir al padre con exactitud, el niño no tendría que heredar ninguno de los rasgos de su madre. En sentido metafórico, la primera sorpresa significa que Armand descubre que su hijo no es todo varón, sino medio mujer. El infante es un Aubigny pero también ha heredado algo de la falta de nombre de Desirée, ya que nunca sabemos su primer nombre (ni el de su doble). En términos más generales, el poder paternal, el nombre del padre, parece haber fracasado en compensar la negritud o la vacuidad de la madre.10    

Para culpar a alguien de la apariencia problemática del bebé, Armand ha seguido la exhortación “Cherchez la femme”.11 En particular, está buscando a una madre negra a quien culpar. Está en lo correcto al rastrear el origen de la disrupción semiótica hasta Désirée, pero el problema es más complejo de lo que supone en un primer momento.

El final del relato trae la segunda sorpresa: los genes negros del bebé provienen de Armand, a través de su propia madre. Desde el comienzo, los lectores saben que el viejo Monsieur Aubigny se casó con una mujer francesa en Francia y que se quedó allí hasta que su esposa murió, en cuyo momento trajo Armand, de ocho años, a Luisiana. Solamente después de que Désirée y su bebé desaparecen y de que su esposo queme sus pertenencias, él y los lectores encuentran una carta de su madre a su padre: “día y noche le agradezco al buen Dios por haber dispuesto nuestras vidas de manera tal que nuestro querido Armand nunca descubrirá que la madre que tanto lo adora pertenece a la raza maldita por la marca de la esclavitud”. Como Joseph Conrad señaló, el “corazón de las tinieblas” se encuentra en el interior de uno mismo: la carta revela el “rostro oscuro y atractivo” de Armand a sí mismo.

En este punto, varios cambios se suceden. Uno tiene lugar entre esposa y esposo. Para Armand, su esposa originalmente era una pantalla en la cual podía proyectar lo que deseaba. Cuando encontró una marca negra en la pantalla, la rechazó. Ahora ha entendido que la marca era una reproducción de su propia negritud. La marca, que él considera una mancha, se desplaza de ella a él.

Otro cambio tiene lugar entre padres e hijos. Como Robert D. Arner insinúa, primero Armand rechaza a su bebé por ser el hijo de un hombre blanco y una mujer negra, pero después descubre que la descripción le corresponde a él mismo.12 Junto con la negritud, la naturaleza mitad femenina atribuida al bebé también se ha desplazado a Armand. Un cambio intergeneracional ocurre entre mujeres además de entre hombres, ya que el rol de madre negra se ha corrido de la esposa de Armand a su madre.

Así, dos sorpresas perturban profundamente a Armand. Como en la dialéctica hegeliana del amo y el esclavo, estas dos sorpresas sacuden la estructura de blanco sobre negro, varón sobre mujer y amo sobre esclavo. Armand, la figura que parecía pertenecer a la raza, el sexo y la clase dominantes, demuestra ser heredero de la negritud y la feminidad, y pertenecer al grupo maldito “por la marca de la esclavitud”. Lo reprimido ha vuelto y ha vaciado al sistema de construcción de sentidos establecido.

II

Sin embargo, estas sorpresas son menos subversivas de lo que en un primer momento parecen. El hecho de que sacudan el concepto de sentido de Armand y castiguen su arrogancia no significa que realmente cambien la desigualdad de poder entre los sexos, entre las razas, o entre las clases, incluso en su plantación. Armand podría estar menos seguro de su habilidad de distinguir blanco de negro, pero probablemente no liberará a sus esclavos. Es más, a través de los traumas experimentados por Armand, el relato invita a los lectores a apiadarse de los sufrimientos causados por la desigualdad de poder, pero no a preguntarse cómo esas desigualdades podrían cambiarse. En otras palabras, las sorpresas son más disruptivas en sentido semiótico que político; ponen en peligro el sistema de construcción de sentidos más que el sistema de dominación.  

El texto no dirige la empatía tanto hacia los personajes negros como hacia los que están en el margen entre lo blanco y lo negro. El relato nos insta a considerar una lástima el hecho de que Désirée y Armand, criados como blancos, deban atravesar el trauma de recibir la noticia de que son negros. Pero prácticamente no nos insta a compadecernos del mucho mayor número de personas que han vivido como negros esclavizados desde el nacimiento. La implicancia es que ser negro podría no merecer una empatía particular a menos que una persona haya sido considerada blanca alguna vez. Quedan sin examinar los efectos más amplios de la raza y su relación con la esclavitud. 

El problema surge, en parte, porque Chopin está usando la convención del Mulato Trágico, la cual aparece repetidamente en la literatura estadounidense.13 Con frecuencia, es fácil que los lectores blancos se identifiquen con el Mulato Trágico, porque típicamente se los cría como blancos y  solo más tarde descubren el rastro de su negritud. Sin embargo, la invocación de la “tragedia” presenta problemas, en parte porque implica una resignación a lo inevitable. La propia idea de un Mulato Trágico también sugiere que los mulatos podrían ser más trágicos –y podrían merecer más compasión– que las personas de un linaje puramente negro.

Es más, la misma noción de compasión resulta inadecuada como respuesta política, y podría incluso tener un efecto conservador. Las limitaciones de la compasión se observan mejor al revisar los rastros de sexismo que, como los rastros de racismo, aparecen como residuos en el texto. El paralelismo entre el racismo y el sexismo en el relato es complicado, porque la preocupación insuficiente por los negros y los esclavos se corresponde con una preocupación excesiva por las mujeres. La preocupación excesiva puede ser debilitante para las mujeres al definirlas solamente como víctimas.

Cuando Désirée se marcha, aparentemente hacia su muerte, el cuento insta a los lectores de manera más fuerte a mostrar tal preocupación por las mujeres. Esto sucede debido a la manera compasiva con la que todo el relato la ha representado. Ella es buena: “hermosa y gentil, cariñosa y sincera”. Es atractiva: “-Armand –lo llamó, en un tono que habría desgarrado a un hombre más sensible. Pero él no reparó en ello”. Es vulnerable: “No traía sombrero y los rayos del sol realzaban el dorado brillo de su cabello castaño (…) cruzó caminando un campo desierto, donde el rastrojo lastimó sus pies suaves, tan delicadamente calzados, e hizo jirones su fino vestido”. Este personaje, indefensa como una cierva pequeña, forma parte de una larga línea de mujeres que, al morir al final de un relato o una novela, atraen las lágrimas de los lectores. En particular, los Mulatos Trágicos tienden a ser mulatas.

Pero el estudio de tales finales suscita la incómoda posibilidad de que se apoyen en la vulnerabilidad femenina para mover a los lectores. Una heroína fuerte y rebelde que sobreviva podría no proporcionar un final trágico de manera tan prolija. No estoy sugiriendo que el dolor de Désirée debería presentarse de forma menos compasiva; más bien estoy cuestionando la implicancia de que una mujer menos vulnerable genere menos inquietudes.  

La conexión de la compasión con la raza, la clase social y el sexo es notable en el caso del doble del bebé de Désirée, el hijo mestizo de La Blanche. En contraposición con los pies amoratados de Désirée, se describe que sus pies descalzos meramente toman contacto con un piso lustrado, ya que el relato muestra que solo Désirée se ve afectada por la falta de calzado resistente. Aquí, el acento en la vulnerabilidad femenina se combina con la aceptación de la esclavitud negra, como si fuera una lástima que una persona como Désirée sufriera: un miembro del sexo débil, alguien que al menos solía pertenecer a grupos que no merecen tal tratamiento –la raza con un “dorado brillo” en su pelo y la clase con derecho a “pies suaves”.

Por estas razones, aunque los sentidos de raza, sexo y clase se vean amenazados por las sorpresas de Armand, estos dos eventos no alteran seriamente el sistema de relaciones de poder. El relato convoca la compasión para con Désirée sobre el fundamento sexista de que las mujeres femeninas son débiles y sobre el fundamento racista de que los miembros blancos de la clase dominante no merecen ser tratados como esclavos negros.

Los lectores del siglo XX podrían sentirse perturbados al descubrir que las sorpresas de Armand tienen un menor efecto subversivo que lo que parecía posible en un primer momento. Las ideologías detrás de ellas pueden entenderse mejor si se las ubica en su contexto histórico. Como el relato tiene lugar en la era de la esclavitud, su verosimilitud fallaría si Armand de repente se reformara y liberara a sus esclavos. También debemos considerar la era en la que el relato fue escrito y leído originalmente, ya que en Estados Unidos el siglo XIX se vio marcado por el resurgir del prejuicio contra los negros. Las actitudes hacia las mujeres también difieren sustancialmente de las de fines del siglo XX: incluso el movimiento feminista se basó en nociones de pureza y martirio femeninos que hoy suenan extrañas pero eran parte de los discursos del siglo XIX. Por ende, sería anacrónico esperar una mayor subversión como resultado de los traumas experimentados por Armand. 

III

Algunos de estos problemas, sin embargo, pueden ser mitigados al pensar más cuidadosamente sobre el texto, o más bien, sobre lo que falta en el texto. Al desplazar el foco más definitivamente hacia Désirée, se revelan ciertas ausencias enigmáticas y disruptivas.

Casi todos los que han escrito acerca del relato han mencionado, favorable o desfavorablemente, la revelación final acerca de la madre de Armand. Este giro final recuerda los finales sorpresa de Guy de Maupassant, quien influyó fuertemente a Chopin.14 A la vez que evoca empatía hacia Désirée, el giro esencialmente vuelve hacia la tradición y el poder masculino: la presencia de un giro inesperado en sí mismo podría reflejar la herencia que Chopin recibió de Maupassant, un padre literario; en el final, el foco del punto de vista narrativo es Armand, el defensor de los valores conservadores; y el personaje femenino gana empatía en gran medida a través de una convención sentimental –a través de una inocencia sin poder y victimizada–. De hecho, mi propio análisis se ha concentrado hasta ahora en las sorpresas experimentadas por Armand, una figura del conservadurismo masculino. Estoy de acuerdo con Cynthia Griffin Wolff en que deberíamos dejar de analizar el final sorpresa y explorar otros lugares.15

En vez de concentrarnos en el final, con su orientación conservadora y masculina, deberíamos enfocarnos en Desirée, ausente del final. A pesar de ser sumisa, la joven tiene algo de poder. Su acto más atrevido consiste en desaparecer, pero actúa. Si bien no desea o anticipa los estragos que causa, cataliza toda la trama.16

A través de Armand, ya hemos empezado a ver cómo los sentidos de raza, clase y sexo se están desmoronando. Désirée plantea dos desafíos mayores al sentido, porque podría no ser totalmente blanca y porque podría no morir en el pantano. Estos son enigmas, en el sentido empleado en S/Z,17 y permanecen inadvertidamente sin resolver, tanto para los lectores como para, aparentemente, los otros personajes. Los enigmas son ausencias silenciosas y sin forma que no pueden encontrarse en ninguna ubicación específica.

Para comenzar, Désirée podría ser negra –y por ende una madre negra– después de todo. Si es negra, eso mitiga algo del racismo que traté anteriormente. En vez de ser un personaje blanco que merece compasión por un trato injusto que incluye la acusación de ser negra, es un personaje negro cuyo trato injusto, sin la acusación, merece compasión por sí mismo. Sea Désirée negra o no, la imposibilidad de conocer su raza revela la fragilidad del sentido más que la raza de Armand, que puede conocerse. La presencia de un giro tradicional y orientado a lo masculino ubicado hacia el final del relato oculta una ausencia perturbadora y ligada a lo femenino –de conocimiento basado en el color de la piel o en la palabra escrita– que no tiene una ubicación particular

Desirée resulta perturbadora también en otro sentido. El cuento dice: “desapareció entre los juncos y los sauces que crecían frondosamente a orillas del profundo y perezoso pantano; y nunca más volvió,” pero realmente nunca dice que muere. Así como es posible que sea parcialmente negra, también es posible que ella (junto con el bebé) esté viva. Si es así, esa supervivencia mitiga parte del sexismo que analicé anteriormente. Désirée merece compasión incluso si no paga por ella con su vida. Asimismo, si no se suicida, en efecto está diciendo que vale la pena vivir la vida incluso si es negra y ha perdido el amor de Armand. De hecho, al escapar se ha librado de quienes alguna vez proyectaron sus deseos en ella. Incluso si se mata a sí misma y al bebé en el pantano, resulta significativo que las muertes estén ausentes del texto, porque de esta manera la obra permite algo de esperanza, por más pequeña que sea, para la raza, la clase y el sexo que el personaje representa. Al igual que la imposibilidad de conocer la raza de Désirée, la imposibilidad de conocer su muerte propone un desafío hacia el exceso de confianza en el conocimiento. 

Como los dos enigmas sin resolver sugieren, el desafío al sentido, como Désirée, tiende a operar de manera negativa, a través de la falta de sentido. A veces, ella grita inconscientemente e involuntariamente o permanece completamente callada. Estos rasgos aparecen en la escena en la que se da cuenta de que su bebé es negro: “-¡Ah!- fue un grito que no pudo contener; que no estaba consciente siquiera de haber emitido en voz alta (…) Trató de hablarle al pequeño mulato, pero, al principio, no pudo emitir sonido alguno. Cuando el niño oyó su nombre, levantó la vista y vio que su ama señalaba la puerta”.

En un principio, ella parecía no constituir una amenaza para la estructura de sentidos a la que había entrado, pero la propia falta de expresión de esta carta en blanco revela que el sistema de sentidos a veces se desmorona

Al crear los enigmas de Désirée –la posibilidad de que sea negra y la posibilidad de que ella y su bebé estén vivos– Chopin resiste, hasta cierto punto, el racismo y el sexismo por los que se veía convocada en gran medida por su momento histórico. Resulta importante resaltar que los enigmas no solo son rompecabezas difíciles pero descifrables que, una vez resueltos, indican claramente que Desirée era negra y estaba viva. En cambio, los enigmas poseen la indeterminación elusiva de Désirée.  

Como hemos visto, en un primer momento Armand piensa que su esposa es blanca, pero decide que la ha malinterpretado. Piensa que su esposa es negra y que es la única responsable por la negritud de su hijo, pero nuevamente Armand descubre haberla malinterpretado. A pesar de ser inquietantes, ambos incidentes dejan intacta la esperanza de que el conocimiento pueda corregir malas interpretaciones. Sin embargo, las ausencias asociadas a Désirée erosionan parte de esta esperanza semiótica. Como los lectores –y probablemente los personajes– nunca saben si ella es parcialmente negra y si sobrevive el pantano, el relato cuestiona la posibilidad del conocimiento en sí misma, al menos en algunos casos.  

IV

Sería satisfactorio terminar con esta conclusión, pero debo agregar que Desirée, aun así, altera más la práctica semiótica que la práctica de dominación. A pesar de ser compasiva con ella, Chopin revela las limitaciones de algunos de los valores del personaje. Por supuesto que la autora no sostiene las creencias del siglo XX, pero está lo suficiente lejos de la era anterior a la Guerra de Secesión en la que se encuentra Désirée como para presentar una crítica que indica que la joven, como producto de su sociedad, ha internalizado tantos de sus valores que no puede atacarla por completo. Chopin indica sutilmente que, a pesar de lo disruptivo de los enigmas de Désirées, su subversión continúa siendo limitada por tres razones principales.

Para comenzar, Désirée depende excesivamente del inconsciente. Es “inconsciente” en el sentido de que es ignorante. Por ejemplo, Désirées es la última en darse cuenta de que su hijo no es blanco y nunca se le ocurre que la negritud de su bebé provenga de su marido. En otro nivel, frecuentemente parece ignorar cosas de sí misma, llevada por su propio inconsciente. Sus actos luego de descubrir la raza del bebé se asemejan a un trance, como si estuviera en un sueño –o en una pesadilla–. Y, como se ha demostrado previamente, a veces grita involuntariamente. En otro nivel más, la falta de conciencia política de Désirée también podría ser vista como un tipo de “inconsciente”. Nada de esto la aparta del poder en bruto, pero el poder incontrolable puede ser tan peligroso para quienes lo ejercen como para los otros.

La segunda restricción a la subversión de Désirée proviene de cierta característica negativa. A través de su silencio (y su falta de elocuencia), a través del silencio del relato acerca de sus enigmas y a través de su ausencia final, ella altera el sistema de sentidos de la sociedad al revelar sus contradicciones y su falta de sentido. Ella efectivamente destruye la confianza excesiva en el conocimiento. Sin embargo, nada de esto es suficiente. La destrucción muchas veces debe anteceder a la construcción pero no puede bastar en sí misma. Désirée no crea más que un bebé, al cual ciertamente se lleva y quizás incluso mata.    

Incluso la destructividad de Desiree se ve limitada, ya que posee otro rasgo negativo: es, “en esencia, pasiva”.18 Es descubierta por Monsieur Valmondé, es descubierta por  Armand, los estados de ánimo volátiles de su esposo la llenan de alegría o miedo, y, mientras yace en un sillón y se recupera lentamente del parto, Madame Valmondé la visita. Desirée está inmersa en el sistema de valores de su esposo y nunca le hace frente, ni siquiera para interpretar el sentido de la piel negra de él o del bebé y mucho menos para criticar su racismo, su sexismo o su trato hacia los esclavos. Cuando finalmente actúa, le implora ineficazmente a su marido, le escribe ineficazmente a su madre y luego comete el acto más pasivo posible: desaparece. Como el suicidio de Edna Pontellier en El despertar, la desaparición de Désirée difícilmente resulte un triunfo.

La tercera debilidad se halla en la falta de un sentido de solidaridad política de Désirée. Actúa solo individualmente o como parte de una familia nuclear, nunca como parte de un grupo más amplio. Por fuera de su familia, no logra reconocer sus lazos con nadie que pertenezca a su sexo o a la raza y la clase que le han sido atribuidas recientemente. Su similitud con La Blanche, por ejemplo, la llena de horror. De hecho, en los esfuerzos finales de Désirée por recuperar a Armand busca a alguien que cree que es diametralmente opuesto a ella –un hombre blanco, seguro de su lugar como amo–. La única excepción a la soledad final de Désirée es su bebé. Pero ni siquiera él puede representar algún tipo de vínculo político. Incluso si no lo asesina, nada indica que lo vea como alguien unido a ella en una opresión compartida.  

El individualismo de Désirées se asemeja al de otros personajes.19 Por ejemplo, nunca se cuestionan las condiciones generales de los negros y los esclavos. Madame Valmondé, como Désirée, lamenta que solo un individuo, Armand, trate a sus esclavos de manera cruel, pero no que él u otras personas posean esclavos en primer lugar. En vez de reconocer la naturaleza institucional de la explotación basada en la raza, la clase y el sexo, Désirée y otros personajes parecen sentir que los problemas surgen de la falta de ciertas características personales, como la piedad o la compasión. “El mando del joven Aubigny era, además, estricto, y bajo él sus negros habían olvidado lo que era la dicha, que sí habían conocido durante la vida más relajada y benévola del viajo amo”. La indulgencia, y no tanto la emancipación, es presentada como la alternativa a la crueldad de Armand. De manera similar, se muestra el amor individual como el “antídoto contra el veneno de la abstracción racial de Armand”.20 Su amor por su esposa y su bebé lo hace tratar bien a los esclavos por un tiempo. Esto hace feliz a Désirée, pero ella no se cuestiona si está bien que el estado de ánimo de un hombre tenga tanto poder sobre otras personas.

Chopin muestra, de manera comprensiva pero crítica, que sus personajes definen los problemas en términos de falta de características individuales tales como el amor y la piedad, no en términos de la subordinación de un grupo en manos de otro. No quiero decir que las virtudes individuales carezcan totalmente de valor, solo que podrían no ser suficientes para resolver ciertos problemas. En resumen, a pesar de que algunos personajes sientan piedad por los esclavos, los negros y las mujeres, no se cuestiona la premisa de que sean inferiores.

En esta ideología, los superiores deberían tener un sentimiento de nobleza obliga, pero continúan siendo superiores. En relación con el sexo, la raza y la clase, Désirée perturba los sistemas de sentido pero –al no lograr conectar lo personal con lo político– no llega a atacar las estructuras de poder jerárquico. La disrupción del sentido podría llevar a la disrupción política, y podría ser necesaria para ella, pero Desirée no da ese paso.

En vez de atacar la falta de sentido de las diferencias raciales como criterio para los derechos humanos, Désirée da un paso más limitado: revela que la diferencia racial es más difícil de detectar de lo que comúnmente se supone. Desde esta perspectiva, puede haber sufrimiento si las personas se clasifican entre ellas demasiado apresuradamente o si, luego de terminar el proceso de selección, la gente trata a sus inferiores de manera cruel. Pero el sistema de diferencia racial, con su jerarquía intrínseca, persiste. En este sistema, la superioridad sigue siendo significativa; la única dificultad se encuentra en detectarla. No resulta sorprendente que quienes son considerados inferiores no se unen entre sí.

Chopin presenta estas tres razones –falta de conciencia, negatividad y falta de solidaridad– para ayudar a explicar por qué Désirée es capaz de revelar la falta de conocimiento de su sociedad pero no logra cambiar sus valores ideológicos ni, mucho menos, sus jerarquías de poder reales.21 Supone una amenaza tan pequeña a las estructuras de poder dominantes que conserva una posición relativamente privilegiada durante la mayor parte de su vida. Sin embargo, la subversión no debería estar conectada a rasgos como la falta de conciencia de manera tan estrecha que la vuelvan autolimitante.    

La subversión semiótica de Désirée debería ser tomada en serio. Su disrupción del sentido podría incluso ser necesaria, pero Chopin hábilmente sugiere que no es suficiente.

* “Semiotic Subversion in ‘Désirée’s Baby’”, en H. Bloom (ed.), Kate Chopin, New York, Infobase, 2007, pp. 75-87. Trad. de María Verónica Colombo para la Cátedra de Literatura Norteamericana (UBA).

  1. “Désirée’s Baby”, in The Complete Works of Kate Chopin, ed. Per Seyersted (Baton Rouge: Louisiana State Univ. Press, 1969), I, 240–45. Quisiera agradecer a Robert D. Arner, William Bush, Gillian C. Gill, Margaret Homans, y Gila Safran-Naveh por sus comentarios sobre este artículo.
  2. Uso el térmico “semiótico” para hacer referencia al uso de los signos en un sentido amplio, al estudio de los sistemas con los que creamos sentidos, los desciframos y adquirimos conocimiento.
  3. Uso el término “político” en su sentido más amplio, para referirme a cuestiones relativas a las relaciones de poder en una sociedad y no solo a la política electoral.
  4. “Kate Chopin and Literary Convention: Désirée’s Baby”, Southern Studies, 20 (1981), 203; ver Robert D. Arner, “Kate Chopin”, Louisiana Studies, 14 (1975), 47.
  5. En el original, “her blankness should be read as a warning about the fragility of representation” (énfasis mío). El término resaltado puede emplearse para hacer referencia a algo que está vacío pero también aludir a la expresión “en blanco”, algo que aún no ha sido escrito (nota de la traductora). (N. d. T.)
  6. Cynthia Griffin Wolff, “Kate Chopin and the Fiction of Limits: ‘Désirée’s Baby’”, Southern Literary Journal, 10 (1978), p. 128.
  7. New People: Miscegenation and Mulattoes in the United States (New York: Free Press–Macmillan, 1980), p. 98. Para evitar confusiones, generalmente sigo la terminología de la sociedad presentada en el relato, usando la “regla de una gota” para decidir cómo referirme a la raza de los personajes. Empleo la palabra “mulatos” solo cuando el contexto lo demanda. Existen paralelismos importantes entre el relato de Chopin y  Pudd’nhead Wilson, publicada por Mark Twain el año siguiente. Eric Sundquist pone a la novela de Twain en su contexto histórico, explicando que la obra surge del creciente racismo en Estados Unidos, y protesta en contra de él, hacia fines del siglo XIX, una era que buscó redefinir “blanco” y “negro” a través de conceptos como la “regla de una gota” (“Mark Twain and Homer Plessy”, Representations, No. 24 (1988), 102–28).
  8. James Kinney, Amalgamation! Race, Sex, and Rhetoric in the Nineteenth-Century American Novel (Westport, Conn.: Greenwood, 1985), p. 19; ver Winthrop D. Jordan, White over Black: American Attitudes Toward the Negro, 1550–1812 (Chapel Hill: Univ. of North Carolina Press, 1968), p. 138; y Judith R. Berzon, Neither White Nor Black: The Mulatto Character in American Fiction (New York: New York Univ. Press, 1978), p. 9.
  9. En el original, “Armand sees Désirée’s blankness as blackness, not blanche-ness”; es un juego de palabras entre el nombre de la esclava mulata y la blancura (N. d. T.).
  10. En el original, “blackness or blankness”; es un juego de palabras que se apoya en la similitud fonética de ambos términos (N. d. T.).
  11. “Busquen a la mujer” (N. d. T.).
  12. “Pride and Prejudice: Kate Chopin’s ‘Désirée’s Baby’”, Mississippi Quarterly, 25 (1972), p. 133.
  13. Para más información acerca del mulato trágico, ver Berzon, pp. 99–116; Toth; Barbara Christian, Black Feminist Criticism: Perspectives on Black Women Writers (New York: Pergamon, 1985), pp. 3–4 y passim; y Jules Zanger, “The ‘Tragic Octoroon’ in Pre–Civil War Fiction”, American Quarterly, 18 (1966), pp. 63–70.
  14. Per Seyersted, Kate Chopin: A Critical Biography (Oslo: Universitetsforlaget, 1969), p. 73; Wolff, p. 126.
  15. Wolff, p. 125.
  16. Arner hace un comentario similar (“Pride and Prejudice,” p. 137).
  17. Roland Barthes, S/Z, trad. Richard Miller (New York: Hill and Wang–Farrar, Straus and Giroux, 1974), pp. 209–10.
  18. Barbara C. Ewell, Kate Chopin (New York: Ungar, 1986), p. 71.
  19. Wolff hace un comentario similar (p. 127).
  20. Arner, “Kate Chopin”, p. 52.
  21. La fuerza de solo una de estas influencias puede observarse al comparar este texto con Pudd’nhead Wilson. A diferencia de Désirée, Roxana es consciente y emprende acciones positivas, pero ambos personajes carecen de la unidad con un grupo. Roxana, que posee solo una de las tres desventajas que he explicado, no logra, sin embargo, causar una subversión destacable.