Inicio 9 Críticas y Reseñas 9 Sobre «Character and dystopia. The Last Men», de Aaron Rosenfeld

“¿Qué es la distopía?” 1 se pregunta el profesor Rosenfeld al iniciar su reciente  trabajo sobre personajes y distopía, “ ¿un impulso, un sermón, una forma de advertencia?” (Rosenfeld, 2021:3), retomando a pioneros como Booker y Jameson. Rosenfeld pone en el centro de la discusión de su libro, publicado recientemente en 2021, al contexto distópico y su percepción a través del personaje, tomando a este último como un constructo formal, un conjunto de suposiciones acerca de la interioridad, la autonomía y la agencia (4).

En este lúcido estudio, Rosenfeld explica que historia y personaje alcanzan un punto terminal donde se agota la posibilidad de narración que se transforma en un profundo placer en la experiencia de la trascendencia de la muerte de una especie, en este caso, la humana, por supuesto. El autor destaca el rol central de la soledad como auto-estimulante, un “eco secularizado del tema de la revelación cristiana de quedarse solo sin esperanza en un mundo devastado” (6). De aquí, la idea del “último hombre”, no en el sentido literal obviamente, sino haciendo eco del último ejemplar humano en sobrevivir en una nueva realidad social y política relativa a la modernidad que no tiene lugar para él o ella, invocando ejemplos como 1984 o Frankestein. Rosenfeld resalta que estos relatos distópicos no apuntan a una descripción del final del mundo, “sino el fin de la historia; lo que ha terminado no es el mundo sino el sueño de progreso del liberalismo y, por extensión, el futuro de los personajes quienes son sus referentes.” (6)

Según Rosenfeld, estos héroes distópicos son nostálgicos que representan una visión del humano contra la opresión de fuerzas inhumanas de la devastada naturaleza, la indiferencia del estado moderno, o la industrialización, entre otras. Dichos relatos exteriorizan una constante sospecha del progreso asociado a un proceso deshumanizante. El autor retoma a Baccolini, quien diferencia la “distopía clásica, que ubica la esperanza fuera del texto en su función de advertencia”, de la “distopía crítica [que] ubica la esperanza dentro del texto” (7), subrayando la capacidad de elección de los personajes.

El libro está dividido en tres grandes capítulos con sus respectivas subsecciones que exploran variados textos de autores que van desde Dostoievski, pasando por Virginia Woolf, James Joyce, David Mamet, George Orwell, hasta llegar al siglo XXI, con textos de Margaret Atwood y Kashuo Ishiguro, entre otros.

En el primer capítulo, Rosenfeld discurre sobre el momento cúlmine de la distopía crítica que tiene lugar hacia el final de los años 80, que cuestiona la categoría de humano como tal. A la vez, realiza un interesante análisis del impacto del contexto distópico en el personaje como una “enfermedad que hace metástasis a través de la obra, deformando tanto el personaje como la trama” (9). En este capítulo también inicia la exploración de la categoría de paranoia experimentada por algunos de los personajes, para lo que toma a 1984 como ejemplo, que luego continúa en el capítulo segundo. Una contribución destacable en esta primera parte es la discusión del rol del personaje, no como consecuencia del contexto distópico, sino como origen de éste, a la vez que, retomando a Lessing (45), propone al contexto como personaje en sí, concluyendo que ambos personaje y relato distópico suelen fundirse en uno solo. El autor afirma que la “distopía se construye como resultado directo de la experiencia subjetiva del personaje” (60).

En el segundo capítulo, el autor continúa desarrollando el concepto del último hombre o “last man” (112), resaltando el hecho que dicha figura conceptual termina en general no como un hombre sino como un infante, como consecuencia de un proceso de mayor a menor autonomía que atraviesa el personaje. Dicha afirmación nos lleva a resaltar uno de los conceptos que más se destacan en el libro de Rosenfeld: el anti-bildungsroman. En esta sección, el autor elabora un interesante paralelo entre la novela de formación, de la que afirma que la novela distópica toma varios elementos, y lo que él denomina la novela de (de) formación, donde se destaca el pasaje de personajes que regresan a un estadío de indefensión (113) con la esperanza de escapar las consecuencias de la adultez.

Finalmente, el último capítulo del libro se focaliza en la tradición utópica norteamericana, prestando particular atención a los trabajos de Nathanael West, A Cool Million (1934) y David Mamet, Glengarry Glen Ross (1984), subrayando el cinismo existente entre la relación del American Dream y la realidad concreta (185), y concluye este capítulo final con un análisis de las distopías recientes sobre la China actual. Se destaca la sección que le dedica a las distopías de las producciones actuales de literatura juvenil donde realiza un lúcido análisis del rol que adoptan, en este caso, las adolescentes mujeres. Es decir, el rol tradicionalmente adoptado por personajes masculinos, es usualmente reemplazado por una adolescente. A diferencia de los personajes masculinos, estas figuras femeninas suelen atravesar un proceso de descubrimiento de una fuerza interior que les permite desafiar el statu quo y las convierte en verdaderos agentes de cambio.

Rosenfeld nos invita a una extendida y renovada reflexión sobre el comportamiento del personaje en un contexto distópico, rastreando sus orígenes, atravesando exhaustivamente el siglo que nos precede y nos provee de una visión actualizada de la figura distópica actual.


  1. Todas las traducciones del presente texto son propias.