Inicio 9 Críticas y Reseñas 9 Imágenes de la esclavitud. Un breve recorrido por la «Narración de la vida de Frederick Douglass, un esclavo americano (escrita por él mismo)»

Fechada el 28 de abril de 1845, Narrative of the Life of Frederick Douglass, An American Slave. Written by himself forma parte de las autobiografías de esclavos más conocidas. Aunque pueda creerse lo contrario, estas autobiografías fueron realmente populares en su época. Sólo por nombrar algunos ejemplos que antecedieron y siguieron a la de Douglass, encontramos: The Interesting Narrative and the life of Olaudah Equiano or Gustavus Vassa, the African publicada por primera vez en 1789, Narrative of the life and adventures of Henry Bibb, an American slave, written by himself de 1849, Twelve Years a Slave de Solomon Northup, en 1853, o Incidents in the Life of a Slave Girl de Harriet Jacobs, publicada en 1861. Hacia 1849, pocos años después de su primera publicación, la Narrative de Douglass había llegado a su séptima edición. La importancia de las slave narratives radica en que no sólo han dado origen a la tradición literaria afroestadounidense, sino también en cómo han influido en la literatura posterior.

En 2021, la editorial chilena La Pollera reeditó la autobiografía de Douglassbajo el título de Narración de la vida de Frederick Douglass, un esclavo americano (escrita por él mismo). La nueva edición cuenta con una traducción a cargo de Nicolás Medina Cabrera, quien incluye algunas notas aclaratorias y unas breves palabras como introducción. El texto contiene once capítulos donde Douglass narra su experiencia como esclavo, inicia con el prefacio del abolicionista W. M. Lloyd Garrison y concluye, además, con un apéndice en el cual Douglass reflexiona sobre la religión.

La condición del esclavo americano 

Las llamadas autobiografías de esclavos fugitivos o slave narratives eran textos en primera persona escritos por un/una esclavo/a que acababa de escapar de su situación. Una de sus finalidades era funcionar como propaganda abolicionista exponiendo las crueldades que experimentaba el esclavo. Entre sus páginas, la Narración de Douglass ofrece algunas imágenes que retratan las diferentes normas que regían en la sociedad esclavista. En palabras de Howard Zinn (2006), el sistema que empleaban los propietarios o capataces para controlar a los esclavos era tanto físico como psicológico: «se les enseñaba lo que era la disciplina y se les recordaba continuamente el concepto de su propia inferioridad, de que habían de “conocer su lugar”, de ver lo negro como señal de subordinación, de tener miedo al poder del amo, de aunar sus intereses con los de él, destruyendo así sus necesidades individuales. Para lograr esto se contaba con la disciplina del duro trabajo, la ruptura de la familia esclava, los efectos anestesiantes de la religión […] y finalmente, la fuerza de la ley y el poder inmediato del capataz para recurrir a latigazos, quema, mutilación o muerte de los esclavos» (34).

Para resaltar algunos ejemplos, como ya anticipa el prefacio, los esclavos estaban desprotegidos por la ley. El capataz o propietario podía matar a un esclavo sin ser castigado. En el cuarto capítulo, Douglass relata diferentes sucesos, entre ellos, el caso de Austin Gore quien, al matar a un esclavo, “quedó impune ante la justicia y sin sufrir censura dentro de su comunidad” (47). Del mismo modo, cuando comienza a trabajar en el astillero de William Gardner, es atacado brutalmente por los trabajadores blancos que consideraban “degradante” trabajar con él. Douglass menciona la imposibilidad de defenderse ya que, respaldados en la Ley de Lynch, “golpear a un hombre blanco se castiga con la muerte” (120). Sin importar la gravedad del crimen, nada garantizaba la protección del esclavo: “Si me hubiesen matado ante la presencia de mil personas de color, sus testimonios combinados serían insuficientes para arrestar a uno de los asesinos” (121). 

Como testigos, la palabra del esclavo no tenía ningún valor ya que, en su inferioridad, eran como “un tipo de animal doméstico” (19). Debían enmudecer ante el hombre blanco y su voz sólo podía ser utilizada para responder, en caso de ser interrogados, “que están muy contentos y que sus señores son amables” (42). En consecuencia, sumando a las terribles condiciones en las que tenían que sobrevivir, también eran despojados de su humanidad e identidad. No olvidemos que Douglass comienza su relato afirmando que no tiene conocimiento de su edad y detalla, además, que no cuenta con lazos familiares (sólo el nombre de la madre, el “rumor” del padre blanco). El esclavo, en tanto propiedad o mercancía, era equivalente a un animal que debía ser domesticado y sumido en la completa ignorancia de sí mismo y del mundo que lo rodeaba: “No debe detectar inconsistencias en la esclavitud” (123). Asimismo, podemos mencionar el ejemplo de Edward Covey, quien tenía la reputación de “«quebrador» o «domador» de negros”. Covey, en sus inicios, era un blanco pobre que recién comenzaba a “ganarse la vida” y sólo contaba con el dinero para comprar un esclavo. Entre las normas que gobernaban la sociedad esclavista, todo descendiente de una esclava, más allá del origen paterno, se consideraba también esclavo y, por ende, propiedad del amo. En consecuencia, compra una esclava mujer y la obliga, como al ganado, a procrear ya que implicaba “un gran incremento patrimonial de su riqueza” (88). Del mismo modo, esta situación de animalización también es evidente en las subastas o reparto de bienes donde los esclavos eran colocados al mismo nivel que los animales. Douglass ofrece una imagen clara cuando muere uno de sus amos: «Nos apiñaron a todos para efectuar la tasación […] a todos los apilaron junto a caballos, ovejas y cerdos. Había caballos y hombres, rebaño y mujeres, cerdos y niños: todos detentaban el mismo rango en la balanza existencial y todos eran sometidos al mismo examen acucioso» (70).

Escrita por él mismo

Tanto Douglass como otros autores exesclavos que escribieron sobre su experiencia, no sólo utilizaron su narrativa para exhibir los males de la esclavitud y acelerar su fin, sino también para exponer sus capacidades intelectuales y desligarse, así, del prototipo del esclavo animalizado e irracional.

Por esta razón, las slave narratives estaban amparadas por los abolicionistas blancos. No es casualidad que el texto comience con el prefacio de William Lloyd Garrison quien, además, en 1831 funda el periódico The Liberator,1 donde divulgaba sus ideales antiesclavistas. Asimismo, como método propagandístico, las slave narratives debían convencer a los lectores que defiendan la causa. Los lectores eran considerados potenciales abolicionistas y, en este sentido, funcionaban como un llamado directo a la acción. Como Garrison exclama en el prefacio: «¡Lector! ¿De qué lado están tus propósitos y tu simpatía? ¿Estás con los ladrones de hombres o con sus víctimas oprimidas? Si te alías con los primeros, eres un enemigo de los hombres y de Dios. Si estás con los segundos, ¿qué estás dispuesto a hacer en su nombre?» (20).

Al mismo tiempo, la aclaración escrita por él mismo, en las portadas o primeras hojas del texto, no debe pasar desapercibida. El respaldo de la slave narrative también estaba ligado a legitimar, ante los lectores blancos, la figura del autor exesclavo y la veracidad de los hechos narrados. En el prefacio, Garrison legitima a Douglass destacando, entre otras de sus cualidades, su elocuencia, oratoria e intelecto y, al mismo tiempo, la veracidad de la experiencia vivida y relatada por Douglass: “el Sr. Douglass, muy acertadamente, ha decidido escribir su propia narrativa, con su propio estilo y en conformidad a sus mejores destrezas, en vez de emplear a otro escritor. Se trata de una producción íntegramente suya” (14-15).

La legitimación, tanto del autor como de su relato, también estaba vinculada al hecho de que, para el esclavo, el acceso a la alfabetización estaba prohibido. Para la mentalidad esclavista, un esclavo educado no era beneficioso para el amo y, además, atentaba contra el ideal del esclavo como animal irracional. Como menciona Henry Gates Jr. (2012), establecieron el mito de que los descendientes africanos no eran seres humanos o eran seres diferentes o inferiores. Por lo tanto, la alfabetización implicaba “una forma peculiar de libertad -o peso- para la persona negra que estaba esclavizada” (12)2. Como descripción de esto, citamos las palabras de Hugh Auld: «el señor Auld se enteró de mi aprendizaje y le prohibió en el acto a mi patrona que continuara con la enseñanza. Le dijo que era tan ilegal como inseguro enseñar a leer a un esclavo. Asimismo, con estas palabras, añadió: «[…] Un negro no debe saber nada más que obedecer a su amo y hacer lo que se le indique. El aprendizaje arruinaría al mejor negro del mundo». Hizo una pausa y se refirió a mí: «Ahora, si le enseñas a leer a este negro, no habrá forma de mantenerlo encerrado aquí. Ya nunca será apto como esclavo. Se volverá inmanejable enseguida y carecerá de valor alguno para su patrón» (57).

Para Douglass, como narra en el séptimo capítulo, estas palabras funcionan como el detonante que lo conducen hacia el difícil camino en la instrucción de la lectura y escritura. En palabras de Gates Jr. (2012): “Para estos autores, inevitablemente, la voluntad de poder era la voluntad de escribir” (30)3. En definitiva, encuentra en el aprendizaje una herramienta de poder que le permite tomar plena conciencia de su condición como esclavo y que, además, alimenta el anhelo de huir de la esclavitud.


Fuente

Douglass, Frederick. Narración de la vida de Frederick Douglass, un esclavo americano (Escrita por él mismo). Traducción de Nicolás Medina Cabrera. Santiago (Chile): La Pollera Ediciones, 2021.

Bibliografía consultada

Andrews, William. “An Introduction to the Slave Narrative”. En: http://docsouth.unc.edu/neh/intro.html.

Gates Jr., Henry Louis. “Introduction”. En The Classic Slave Narratives: The life of Olaudah Equiano, The history of Mary Prince, Narrative of the life of Frederick Douglass, Incidents in the life of a slave girl. United States of America: Signed Classics, 2012, 11-30.

Zinn, Howard. La otra historia de Estados Unidos (desde 1492 hasta hoy). Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores, 2006.

  1. El mismísimo periódico que Douglass está leyendo hacia el final de su narración. Tal vez, en un gesto propagandístico hacia el periódico (y las ideas que éste contenía), Douglass comparte su experiencia de lectura: “Su simpatía por mis hermanos encadenados, sus feroces denuncias contra los amos esclavistas, sus fidedignas descripciones de la esclavitud y sus poderosos ataques contra los avales de esa institución… ¡Todo eso desataba una ráfaga de alegría en mi alma, una emoción como nunca la había sentido!” (141).
  2. La traducción es nuestra.
  3. La traducción es nuestra.