Inicio 9 Bibliografía 9 Frodo ha muerto: construcción de mundos y la ciencia de la magia *

En su infame portada de abril de 1963, la revista Time hacía la pregunta “¿Dios está muerto?”. Casi al mismo tiempo, un grafiti comenzó a aparecer en los subtes de Nueva York: ¡Frodo vive! Esto representó para América una interesante intersección: Dios parecía estar desapareciendo de la vida de muchos americanos, y, al mismo tiempo, la obra maestra de Tolkien recién comenzaba a encontrar a su audiencia. La introducción de Peter S. Beagle a la edición de 1973 de La comunidad del anillo profundiza en este Zeitgeist:

“Nunca me pareció un accidente que la obra de Tolkien se demorara más de diez años en popularizarse… no es que los años sesenta fueran más indecentes que la década de los cincuenta… pero fue el momento en que millones de personas se dieron cuenta de que la sociedad industrial se había tornado, paradójicamente, invivible, incalculablemente inmoral y, a la larga, mortal… [Tolkien] es un mago lo suficientemente bueno como para  aprovechar nuestras pesadillas, sueños y fantasías más comunes, pero tampoco las había inventado; les encontró un lugar donde vivir, una alternativa verde a la locura diara en este mundo envenenado”

La introducción de Beagle presenta al mundo fantástico de Tolkien como un refugio ante la realidad del mundo moderno. Sin embargo, es de conocimiento común que la gran mayoría de mundos secundarios toman prestado del nuestro libremente: “El Saneamiento de la Comarca”, por ejemplo, ha sido leído, a menudo, como si fuera Tolkien plasmando los efectos de la industrialización inglesa a la Tierra Media. Pero, el mismo Tolkien afirma que lo que diferencia definitivamente los mundos de fantasía del nuestro es la magia. Su ensayo On Fairy-Stories fue un intento temprano de definir la frontera que separa la realidad de la fantasía. Uno de sus planteos principales es que la Magia (o “Encantamiento”) es tanto la línea divisoria como la esencia del género fantasy y de los “cuentos de hadas” a los que esta ha originado:

… un “cuentos de hadas” es el que trata de o utiliza lo feérico para cualquiera que sea su propósito principal: sátira, aventura, moral, fantasía. Lo feérico en sí mismo podría tal vez, traducirse como Magia –pero es magia de una forma y poder peculiares, lo más alejado de los artificios vulgares del artificioso mago-científico.

El mayor peligro que corren en la actualidad los escritores de fantasy y los constructores de mundos a la hora de lidiar con la magia es la ruptura entre el mundo secundario y el nuestro propio, principalmente debido al modo “científico” en que la magia es tratada en el fantasy contemporáneo. Hacer de la magia un tipo de ciencia, similar a nuestra concepción moderna de la termodinámica o la astronomía, conlleva el riesgo de generar algo así como un cierre causal 1, con lo cual el mundo de fantasía se convierte en una imagen especular de nuestro mundo que viene acompañada de un paralelismo histórico o filosófico de la Ilustración y lo que vino después. Así, las ideas arraigadas en una forma moderna de concebir a la ciencia y la razón no solo socavan al género, sino también a la significación de la fantasía y la autoridad del constructor de mundos sobre su propio mundo secundario.

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En historias y leyendas como las de Oisin o Sir Gawain y el caballero verde, el modo en que la magia funciona es, usualmente, obscuro. Abundan los rituales, amuletos, ilusiones y encantamientos y no así las explicaciones. Libros como La rama dorada de James Frazer nos revelan algunas cosas al respecto de sus tradiciones mágicas. Sin embargo, hoy se espera que las historias de fantasía incluyan, cuanto menos, la cantidad de información necesaria para que el lector sea capaz de comprender la magia del mundo creado. En consecuencia, se espera que la magia funcione de acuerdo con cierto conjunto de reglas que la conviertan en algo consistente. Estas reglas pueden estar claras o ser vagas, pueden ser reveladas o no, pero tienen que existir. V. E. Schwab, autora de Una magia más oscura, trata este problema en un Q&A con io9:

… lo que yo creo, en lo que a reglas se refiere, es que la magia es un componente natural del mundo y que, al igual que la naturaleza, no importa que tan complicada pueda ser, en su esencia debería ser sencilla. Yo intento crear una base intuitiva para toda mi magia –en UMMO (Una magia más oscura) eso significa modificar levemente el fundamento mágico para que se adapte al mundo en el que se encuentra– así, no importa lo que construya encima, el suelo permanece estable. Y, si le doy influencia mágica sobre los personajes o la historia, la obligo a convertirse en un personaje en sí misma, para mitigar los peligros del deus ex machina.

Aquí, Schwab aborda el problema de crear un sistema mágico. Sistemas como la termodinámica, la energía cinética o la gravedad son dados por hecho en el fantasy porque nos son familiares, pero la magia atrae la atención sobre sí por ser completamente inventada. Esta, a diferencia de otros tipos de construcción de mundos, le exige al autor que dé el paso único de crear una nueva metafísica para explicar de dónde viene la magia, cómo funciona y de qué manera se relaciona con los seres que habitan el mundo. Así, esto se convierte, no solo en un proceso científico, sino también ontológico.

En este sentido, todo constructor de mundo adopta el rol de Dios a la hora de construir su magia: antes de que el mundo secundario sea creado, hay un momento implícito, equivalente al Genesis, en el cual un autor decide qué debe ser y fabrica un universo de acuerdo con ese diseño consciente. Tal como señala Schwab, la magia va más allá de las operaciones de la naturaleza y, a menudo, juega un rol clave en la narrativa al mostrar que la construcción de la magia, del mundo y de la historia están intrínsecamente conectadas. En efecto, en las historias de fantasía más efectivas la magia es una expresión de los tópicos de la historia y un camino directo hacia el significado.

A pesar de la advertencia de Tolkien al respecto de tratar a la magia como “los artificios vulgares del mago-científico”, es, a menudo, en eso en lo que la magia se ha convertido en la fantasía moderna. El sistema mágico de Brandon Sanderson es uno de los ejemplos más claros. Según el artículo de Martín Cahill en Tor.com:

Los sistemas mágicos de Sanderson siguen una estructura similar, basada en ganancia neta, pérdida neta y la idea de equilibrio, siguiendo sus propias leyes naturales (las cuales son, generalmente, similares a las leyes ambientales, científicas y físicas de nuestro propio mundo).

Cualquier sistema mágico puede ser sistemático y consistente internamente, pero la magia “científica” representa un cambio cualitativo (no cuantitativo) al incorporar las ideas que conforman nuestra concepción moderna de la ciencia. Conceptos como la conservación de la energía, experimentación y las leyes naturales reflejan, no solo las operaciones del universo, sino también las ideas históricas que influenciaron nuestra perspectiva de ellas, incluyendo al positivismo, la razón y el naturalismo. Estas ideas están arraigadas en una perspectiva originada durante los siglos XVII-XVIII y desarrollada hasta el día de hoy. Los mundos fantásticos están construidos sobre ideas y estas ideas tienen el poder de cambiarlos de modo fundamental.

Podemos encontrar un buen ejemplo de un sistema mágico “científico” en Un mago de Terramar. Este funciona en base a Nombres Verdaderos: en el primer libro, Un mago de Terramar, Ged pasa una gran cantidad de tiempo en la torre de Kurremkarmerruk aprendiendo los nombres de cientos de cosas, incluyendo partes de plantas, nombres de animales y de los diferentes mares. Ged está, básicamente, estudiando taxonomía, con todos los nombres esotéricos en latín cambiados por nombres mágicos. La magia de Terramar sigue reglas y puede ser enseñada al igual que la cirugía o la programación, y, a pesar de que el mundo de Le Guin es pre-industrial, es fácil imaginar un tiempo en Terramar en el que la magia sea racionalizada y utilizada para hacer más eficiente la manufactura, el intercambio, la cosecha y la comunicación a lo largo de un proceso de revolución industrial mágica, similar a los avances de Saruman hacia una industria mecanizada en el Señor de los anillos.

Sin embargo, esta racionalización no es tan solo una posibilidad ante la presencia de magia “científica”, es inevitable. La magia es única porque su creación y diseño refleja su propio mundo secundario como un todo, con lo cual construir magia basándose en la razón y la ciencia significa implícitamente la aceptación de las escuelas de pensamiento que dieron forma a ambos conceptos, durante y luego de la época de la ilustración: Descartes, Locke, Spinoza y otros. La filosofía concebida en la forma de pensar “científica” cambia, inexorablemente, al mundo secundario, lo hace parecido al nuestro. Esto es así en tanto el proyecto para dar origen a la humanidad, el progreso social y el universo se encuentra incrustado en la razón. Como afirmó Auguste Comte:

En cuanto a su operación sobre el Orden, es claro que la verdadera ciencia no tiene otro objetivo que el establecimiento del orden intelectual, el cual es la base de cualquier otro orden.

Si un sistema mágico se construye como una ciencia puede ser racionalizado como una ciencia dentro de su propio mundo, con lo cual sus reglas serán encontradas, cuantificadas y explotadas para que esta pueda ser subyugada en función del provecho humano.

Las aclamadas series animadas Avatar: la leyenda de Aang y La leyenda de Korra representan un gran ejemplo de esto al ilustrar de qué manera someter la magia a la razón inevitablemente causa una evolución desde un periodo “mítico”, preindustrial a uno “moderno”. En la serie original, La leyenda de Aang, el “control” (la manipulación mágica de los cuatro elementos) se encuentra ligado a la espiritualidad, la naturaleza y las artes marciales. Está inherentemente conectado al mundo espiritual y al balance del mundo humano, mantenido gracias a la reencarnación cíclica del Avatar, el único capaz de controlar los cuatro elementos. Existen cuatro naciones constituidas alrededor de sus respectivas técnicas de control (la Nación del Fuego, el Reino Tierra, las Tribus Agua y los Nómadas Aire), pero solo unos pocos, distinguidos maestros fuego son capaces de aprender los secretos de la generación de relámpago, arte muy respetado entre los integrantes de la Nación del Fuego.

En La leyenda de Korra, sin embargo, la Nación del Fuego ha construido una sociedad industrial potenciada gracias al vapor generado en la utilización del fuego control. Con esto, se desmitifica el arte de la generación de relámpago y los maestros fuego son entrenados en masa con el objetivo de crear plantas eléctricas humanas. Uno de los temas principales de la serie es, de esta forma, un movimiento que surge en contra de los maestros y del monopolio que mantienen sobre el poder mágico. Más importante aún, eventualmente los humanos descubren cómo manipular la naturaleza de la magia y la usan para desestabilizar el orden natural del universo, causando potencialmente la destrucción del ciclo del Avatar.

La serie Avatar muestra cómo el proceso de subyugación de la magia termina, inevitablemente, con la reemergencia de problemas sociales y filosóficos similares a aquellos que afectaron al mundo durante el surgimiento de la Ilustración: el empleo de la razón en la sociedad y la ruptura de tradiciones, el rechazo de los viejos valores y misticismos, el derrocamiento del poder y, finalmente, revueltas, críticas y movimientos populares.   

La gran ironía de esto es que la Ilustración y sus análogos ficcionales siempre siembran la semilla de su propia destrucción. De acuerdo con Kenan Malik en su conferencia impartida en el 2015 en la fundación Bruno Kreisky al respecto de la Ilustración y su legado, los cambios radicales y la agitación social provocada por los filósofos de la ilustración culminaron en una desilusión general hacia el movimiento:

El siglo XIX tardío experimentó, entonces, no solo una crisis de fe, sino también una “crisis de la razón”, el comienzo de un conjunto de tendencias que se volverían muy significativas durante el siglo XX: la erosión del optimismo de la Ilustración, un desencanto de las ideas del progreso y cierto escepticismo sobre el concepto de verdad.

Cuando la magia se construye de acuerdo a la razón, estas ideas históricas y cambios sociales emergerán en el mundo secundario de la misma manera que lo hicieron en el nuestro. La fantasía, así, se convierte en una especie de historia alternativa especular que ocurre a lo largo de diferentes mundos: es solo cuestión de tiempo hasta que la Tierra Media se convierta en tan solo “la tierra”.

Pero, además de la dimensión histórica, existe una fundamentalmente filosófica. El Frankenstein de Mary Shelley podría ser la narrativa inevitable de todos los sistemas mágicos “científicos”, adquiriendo por esta razón la misma relevancia que tuvo durante la revolución industrial: cuando los humanos finalmente dominan la naturaleza, se convierten en algo así como dioses, a quienes la ciencia/magia les ofrece un camino hacia la apoteosis y la habilidad de reforjar el mundo a nuestra imagen y semejanza.

Incluso si existen otros dioses en un mundo de fantasía, su poder también debe estar sujetos por reglas y límites. Eventualmente, en la búsqueda del conocimiento o del control del universo, la humanidad o sus análogos crearan una Criatura, derrocarán a un dios o pronunciaran las palabras “me he convertido en Muerte, destructor de mundos”. Los habitantes del mundo secundario (tanto elfos, humanos u otros) se encontrarán a ellos mismos, tal como describe Nietzsche, borrando el horizonte, liberando a la tierra de las cadenas que la unen al sol o sosteniendo cuchillos ensangrentados, utilizados para asesinar a sus “dioses”. 

La conclusión inevitable de la razón, de la empresa de la ilustración, tanto en el mundo primario como en el secundario, es la muerte de Dios: el mismo tema tratado por la revista Time en 1966 y el que Nietzsche planteó originalmente en 1882. Para el filósofo, la humanidad utilizó las herramientas de la razón para liberarse de la creencia en un poder superior y, ahora, tiene la posibilidad de trascender la razón y forjar el mundo de acuerdo con sus propias ideas.  Según Malik “la brillantez [de Nietzsche] al dar voz a la creciente desafección de la época tanto hacia la fe como hacia la razón, eventualmente lo convertiría en una figura clave del asalto posmoderno al proyecto de la Ilustración”.

Si un mundo es gobernado por la razón, inevitablemente se liberará de la misma manera que nosotros nos hemos liberado. El gran circulo se completará eventualmente, acabando en Nietzsche y el posmodernismo encontrando su camino de entrada al mundo secundario al igual que al primario.

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Si basar la magia en la ciencia y la razón, arraigándola en los problemas históricos y filosóficos de los últimos trescientos años, inevitablemente lleva a un mundo extremadamente similar al nuestro (el cual se completa con una visión posmoderna de la vida, la humanidad y el significado), entonces el destino inevitable de toda narrativa de fantasía es ser un eco de nuestra propia historia. Una alternativa posible podría ser crear un tipo de magia que sea sistemática y consistente, pero que a la vez se encuentre embebida en una perspectiva diferente de la humanidad y el universo. A pesar del aparente cientificismo de la magia de Un mago de Terramar, hay un patrón subyacente de significado en el universo de Terramar, la necesidad de balance y armonía en todos los aspectos de la vida: a pesar de que la magia puede afectar ese equilibrio, existe un orden ideal en el mundo y en las acciones humanas. Ese “orden ideal” refleja una perspectiva distinta sobre la humanidad y el significado de la vida, una que se diferencia de la que existe en el mundo primario.

Sin embargo, construir un mundo y asignarle un significado, incluso en el contexto de la ficción, se convierte en un problema en sí mismo. Siendo que el mundo secundario refleje una perspectiva nietzscheana o posmoderna o no lo haga, hay cierta presión del mundo primario para adaptarlo a él.  En su video “La Tierra Media y los peligros de la construcción de mundos”, Evan Puschak plantea una serie de puntos al respecto del mundo de Tolkien, la naturaleza de las novelas de fantasía, la construcción de mundos y la relación entre autores y lectores. Entre sus puntos principales se incluyen:

  • Leer no es el autor narrándole al lector una historia. Leer es un juego, en el cual el autor implica y el lector usa sus herramientas interpretativas para crear su propia interpretación de la historia.
  • Construir mundos dentro de las novelas fantásticas del presente se basa en la idea de un lector pasivo, en tanto el lector depende de que el autor le de a conocer la verdad sobre su mundo.
  • El deseo obsesivo de los lectores de literatura de fantasía de conocer el mundo creado por el autor es peligroso, en tanto su obsesión los “prepara” para aceptar pasivamente otras formas de “construcción del mundo”, como por ejemplo las ideologías políticas.

Las aseveraciones de Puschak representan la expresión literaria de las mismas ideas filosóficas que Nietzsche desarrolló hace más de un siglo, y que luego expuso Roland Barthes. El concepto que Puschank está describiendo (el rechazo de la autoridad central del autor) es “la muerte del autor”, el equivalente literario de “la muerte del Dios” de Nietzsche.

Dentro del marco de la filosofía y el pensamiento posmoderno, incluyendo la teoría crítica, construir universos ficcionales y clamar cierta autoridad absoluta sobre el significado de las historias narradas en él se asemeja peligrosamente al monopolio de la verdad mantenido originalmente por Dios en la cultura occidental, donde Dios es, realmente, una forma de decir dogma, opresión sobre la libertad de pensamiento y meta-narrativas falsas. De esta forma, la “verdad” o cualquier afirmación sobre ella es, siempre, un intento de manipulación, opresión y engaño de la población a través de la manipulación de la cultura por parte de la estructura existente del poder. De acuerdo con Michel Foucault en su trabajo Verdad y poder:

La “verdad” se conecta en forma circular con los sistemas de poder que la producen y la sustentan y con los efectos del poder que la inducen y la extienden. Un “régimen” de verdad.

Al someter a la fantasía a críticas posmodernas como estas, Puschak y otros críticos erosionan la validez de la verdad o el significado dentro de las historias, asegurándose de que no solo nuestro mundo se ajuste a las ideas posmodernas al respecto de la naturaleza de la sociedad, la cultura y el yo, sino también que otros mundos las obedezcan también. Estas críticas amenazan la autoridad autoral sobre las historias y socavan la afirmación de que la literatura puede tratar cualquier aspecto significativo de la condición humana. Sin embargo, curiosamente, la lucha por la verdad que se libra entre nuestro mundo y el secundario ya se ha desarrollado dentro de la misma fantasía.

En la famosa serie Discworld, escrita por Terry Pratchett, Discworld existe en constante riesgo de convertirse en un mundo muy similar al nuestro. En Hogfather (1977), Pratchett da directamente en el blanco de la discusión en una conversación entre Death y Susan Sto-Helit, en la cual Death reconoce que los ideales y fantasías que Hogswatch (la versión de la navidad de Discworld) representa no tienen ningún tipo de justificación racional y solo existen porque la gente cree en ellos. Siguiendo la misma lógica, admite, los ideales humanos son mentiras:

TOMA AL UNIVERSO, MUELELO HASTA CONVERTIRLO EN EL POLVO MÁS FINO Y TAMIZALO A TRAVÉS DEL TAMIZ MÁS FINO Y ENTONCES MUÉSTRAME UN ÁTOMO DE JUSTICIA, UNA MOLÉCULA DE MISERICORDIA. Y TODAVÍA […] ACTÚAS COMO SI HUBIERA ALGÚN ORDEN IDEAL EN EL MUNDO, COMO SI HUBIERA ALGÚN… ALGUNA JUSTICIA EN EL UNIVERSO POR LA CUAL SE PUDIERA SER JUZGADO.

“Si, pero la gente necesita creer en eso, o ¿cuál sería el punto?…”

“EXACTAMENTE MI PUNTO”.


* “Worldbuilding and The Science of Magic”, Clarkesworld Science fiction & fantasy magazine N° 125, febrero de 2017. Traducción y notas de Julia Scodelari para la Cátedra de Literatura Norteamericana (UBA). Disponible en: https://clarkesworldmagazine.com/mahon_02_17/

  1. Physical causal clousure o cierre causal del mundo físico hace referencia a un concepto de la metafísica teórica que afirma que todos los estados físicos tienen causas puramente físicas o que los efectos físicos solo tienen causas física.